Para un negro haitiano es normal —y no es racismo— que una cajera —también negra— de un banco en Haití lo relegue, aunque lleve varias horas formado en una fila y ya esté de primero, y atienda antes a la mujer u hombre blancos que recién llegó al establecimiento. Para la cajera, “es normal servir primero a la ‘linda mujer blanca’ que no ha hecho fila”, relató el relacionista internacional haitiano Fedner Gay, profesor de Ética en la (no estatal) Universidad de Notre Dame, de Haití.
“Cuando se es negro en Haití, uno se niega a sí mismo. Preferimos lo que viene de otra parte. Pero esta crisis de identidad también se debe a la invasión de la cultura occidental blanca a través de la oferta mediática, como música, cine, danza”, comentó Gay a EL UNIVERSAL.
Al destacar que el racismo “es un poco especial en Haití”, señaló que “se practica entre miembros de una misma familia, de una misma categoría social, etcétera. La niña que nace con la piel un poco más clara (…) es mejor tratada que su hermana de piel oscura”.
Según el académico, “el racismo ha contribuido a la separación de muchas personas. Es el principal factor que ha llevado a la desigualdad y discriminación entre haitianos. Para gran parte de la población negra, los actos racistas que experimentan regularmente son normales. ‘Somos pobres, somos negros, así que no tenemos derechos’, se dice la mayoría de la gente.
“En la mente de muchos haitianos, ser negro es sinónimo de pobreza y una maldición. En Haití, la persona de piel clara representa el ideal de belleza. Desde hace unas dos décadas, los haitianos, en particular las mujeres, practican la despigmentación de la piel, como ocurre en muchos países africanos”, añadió.