Los termómetros marcan temperaturas récord, en el caso de México van nueve muertes asociadas al intenso calor y ahora se presenta una nueva emergencia que enciende las alertas de la población, el llamado “Efecto Terminator”.
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Mientras la población se cuestiona si este clima extremo está asociado al cambio climático y a la sobreexplotación de recursos, científicos alertaron que la fase conocida como “máximo del pico solar” se adelantó un año, lo que provocará tormentas geomagnéticas más intensas.
A través de una publicación en inglés en el diario español El País, los científicos Scott W. McIntosh, director del Centro Nacional para la Investigación Atmosférica de Estados Unidos, y su equipo, entre ellos el geofísico Joan Miquel Torta, lanzaron recomendaciones basadas en la información que han recopilado sobre la actividad solar durante 20 años.
“Efecto Terminator”
McIntosh anticipa que el pico de intensidad llegará a finales de 2023 o principios de 2024, lo que implicará un “evento de terminación”.
Esto ocurre cuando un ciclo solar de 11 años termina abruptamente, cambiando la polaridad de la estrella, y comienza de nuevo con mayor intensidad.
En estos casos, el Sol puede experimentar enormes colisiones de campos magnéticos que resultan en gigantescos tsunamis de plasma que pueden cargar la superficie de la estrella durante semanas.
En tanto, Joan Miquel Torta confirma que estamos en un ciclo solar inesperadamente activo, según las estimaciones del ciclo solar anterior.
De hecho, el antecedente se remonta a 2012, cuando hubo una potente eyección solar, pero no llegó a la Tierra.
“Lo peor es el descenso del ciclo, cuando hay muchos filamentos en el Sol”. Estos filamentos son protuberancias que pueden expulsar material solar al espacio, lo que supone un peligro si se orientan hacia nuestro planeta. El mayor número de manchas solares significa “más actividad y una mayor probabilidad de que salte algo”, explican los científicos.
Así, las erupciones solares en su punto máximo son como “eventos de baja probabilidad pero muy alto impacto”, por la posibilidad de daños en la red eléctrica y los satélites, advierte Torta.
Esto se debe, agregan los especialistas, a que nuestra relación con el ecosistema galáctico ha cambiado significativamente en los últimos 100 años, debido al aumento de los satélites y el uso de electricidad.
Nuestra forma de vida actual nos obliga a prestar mucha más atención a las erupciones solares, ya que “estos fenómenos comienzan a afectar los sistemas tecnológicos, la infraestructura que hemos desarrollado. De ahí viene nuestra dependencia”, agrega Torta.
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Fallas en los sistemas
El impacto de las erupciones solares está en el radar desde 1859, en ese entonces el astrónomo Richard Carrington documentó eventos que e presentaban y los llamó evento de Carrington.
Detectó una potente llamarada solar que frió las redes telegráficas de Estados Unidos y Reino Unido, mientras la noche se convertía en día en el Caribe, Hawái y Canarias.
Otro evento icónico ocurrió en 1989 en Quebec, Canadá cuando la llamarada solar detuvo el funcionamiento de una central hidroeléctrica y “millones de personas se quedaron sin electricidad durante 12 horas”, le explicó a El País Miguel Herraíz Sarachaga, profesor emérito de la facultad de Ciencias Físicas de la Universidad Complutense de Madrid.
La humanidad enfrenta nuevos peligros con cualquier superación del sistema: el colapso de las emisiones de radio, la navegación GPS y los satélites de comunicación. “Las tormentas geomagnéticas influyen mucho y en situaciones de alta conductividad eléctrica afectan los equipos”, dice Torta.
“La destrucción de un nodo eléctrico podría ser una catástrofe. Requeriría meses de trabajo por la dificultad de reponer las piezas”, dice Herraíz.
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Signos claros en el cielo
A estas conclusiones llegaron los investigadores, luego que en la noche del 23 de abril se pudieron ver auroras boreales en latitudes muy bajas cercanas al ecuador, lejos de su típico entorno polar.
El fotogénico espectáculo fue visible en lugares como Texas y Extremadura, España, donde el astrofotógrafo Lorenzo Cordero lo captó en una foto elegida como la mejor del día por la NASA. “Se debe a una de las mayores tormentas magnéticas que ha habido en los últimos años, provocada por un filamento solar”, explica Consuelo Cid Tortuero, investigadora de la Universidad de Alcalá y científica del Servicio Nacional de Meteorología Espacial (SeNME).
En meteorología espacial, la manifestación más visible se conoce como aurora boreal, visible desde los polos norte y sur. Pero si golpea una tormenta fuerte, las auroras pueden ser visibles en latitudes más bajas, como ocurrió en el sur de Estados Unidos y Europa hace varias semanas.
“La aurora es la manifestación más visible de las tormentas magnéticas que provocan la salida de masa del Sol e impactan contra la Tierra”, afirma María Teresa del Río Gaztelurrutia, del equipo de Ciencias Planetarias de la Universidad del País Vasco. Tales incidentes hacen que el cielo brille en el crepúsculo con tonos inusuales de púrpura, ya que los electrones y protones impactan con el oxígeno y el nitrógeno de la Tierra.
El espectáculo de estrellas que se observa en el cielo crepuscular es la “cara amiga”, dice el profesor Herraíz. Aristóteles, Séneca y Plinio el Viejo hablaron de luces celestes inexplicables, “lo que demuestra que antes se habían observado auroras en nuestras latitudes, y que estos fenómenos atmosféricos son tan antiguos como el mundo”, agrega Herraíz. “Es solo que ahora podemos detectarlos mejor”.