La agónica espera de quienes buscan a los desaparecidos por el incendio en Maui

WAILUKU, Hawai, EE.UU. (AP) — Leshia Wright escuchó el crepitar del infierno que avanzaba rápidamente hacia su casa en Lahaina y decidió que era el momento de marcharse.

Wright, de 66 años, agarró sus medicamentos para una enfermedad pulmonar y el pasaporte y huyó minutos antes de que las llamas envolvieran el vecindario de la histórica comunidad costera de Hawai. Horas después, llamó a sus familiares y les dijo que dormía en su auto.

Pero entonces su celular se apagó.

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Las siguientes 40 horas fueron una agonía para su hija en Nueva York y su hermana en Arizona. Hasta que a primera hora de la mañana del viernes, Wright volvió a telefonearlas y les contó que estaba bien.

“Obviamente estoy muy aliviada de que mi madre esté viva", afirmó Alexandra Wright, añadiendo que su madre había podido cargar al fin su celular tras llegar a la casa de un amigo, que no había sufrido daños, con apenas un cuarto de depósito de combustible en su coche.

La tormenta de fuego que mató a docenas de personas y arrasó la histórica localidad sumió a cientos de personas en una búsqueda desesperada de sus seres queridos — muchos de ellos a miles de kilómetros (millas) de distancia — y algunos todavía seguían buscando. Pero en medio de la tragedia, surgían momentos de alegría y alivio para los más afortunados a medida que sus madres, padres o hermanos llegaban a lugares seguros y volvían a contactar.

Kathleen Llewellyn también recurrió al teléfono desde muy lejos, en Bardstown, Kentucky, para tratar de dar con su hermano de 71 años, Jim Caslin, quien llevaba 45 años viviendo en Lahaina. Sus llamadas iban directamente al buzón de voz.


“No tiene casa, vive en un camioneta. Tiene leucemia, problemas de movilidad, asma y problemas pulmonares”, indicó.

Llewellyn esperaba, llamaba y volvía a esperar, mientras su preocupación iba en aumento. La ansiedad se apoderó de ella, y luego se convirtió en resignación mientras esta abogada casi retirada trataba de distraerse trabajando y sacando malas hierbas de su jardín.

Recuerda haber pensado: “Si este es su final, este es su final. Espero que no. Pero no hay nada que yo pueda hacer”.

Entonces, su teléfono sonó.

“Estoy bien”, dijo Caslin. “Estoy bien”.

Caslin le contó que pasó dos días escapando del infierno con un amigo en un viaje que incluyó mucho tráfico, carreteras cerradas, árboles y líneas eléctricas caídas y un neumático pinchado. La pareja observaba con nerviosismo como la aguja del combustible bajaba antes de encontrar una gasolinera y unirse a la larga fila.


“Soy una persona bastante controladora, pero lloré mucho”, indicó Llewellyn.

Sherrie Esquivel emprendió una búsqueda desesperada para dar con su padre, un cartero retirado en Lahaina, pero poco podía hacer desde su casa en Dunn, Carolina del Norte.

Puso el nombre de su padre, de 74 años, en una lista de personas desaparecidas con su número de teléfono y esperó.

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“A medida que pasaban los días, pensaba ‘No hay forma de que haya sobrevivido porque (...) ¿cómo no hemos sabido nada de él?’", recordó. “Me sentí muy impotente”.

Pero el viernes temprano recibió la llamada de un vecino de su padre que le dijo que había localizado a Thom Leonard. Estaba a salvo en un refugio pero lo había perdido todo en el incendio, según le contó.

No fue hasta que Esquivel leyó un artículo de The Associated Press cuando se enteró exactamente de cómo sobrevivió su padre. Había sido entrevistado el jueves en un albergue en Maui.

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Leonard intentó marcharse de Lahaina en su Jeep, pero no pudo, así que se metió en el océano y se escondió detrás de un dique durante horas mientras el viento lo cubría todo de ceniza caliente.

“Cuando me enteré de eso, pensé en cuando estuvo en Vietnam y pensé ‘Oh, dios, su trastorno de estrés postraumático debe haberse activado, y su instinto de supervivencia", afirmó.

Al final, los bomberos escoltaron a Leonard y a otros sobrevivientes fuera de la ciudad arrasada.

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Esquivel asume que se trata del mismo malecón frente a su casa donde la familia se tomó fotos al atardecer en enero.

Esperaba poder hablar con su padre, a quien describe como un “hippie” que se niega a comprar un celular.

Cuando hablen, las primeras palabras que saldrán de su boca serán: “Te quiero, pero estoy enojada contigo porque no tienes celular”, apuntó Esquivel.

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Entrevistado en el mismo albergue el viernes, Leonard se echó a llorar cuando escuchó lo que su hija quería decirle. “Estoy temblando”, afirmó añadiendo que él también la quiere.

Leonard aseguró que tenía un celular con tapa, pero no sabía cómo utilizarlo.

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Thiessen informó desde Anchorage, Alaska, y Komenda desde Tacoma, Washington.

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