La Organización Mundial de la Salud anunció recientemente la creación de la Comisión sobre Conexión Social para ayudar a las personas que sufren de soledad, pues la considera como una seria amenaza a la salud de las personas, comparada a la par de la obesidad.
La soledad ha acompañado, paradójicamente, a la humanidad en mayor o menor medida; sin embargo, hace tiempo que es un fenómeno social cuyo impacto negativo en los individuos ha aumentado.
“Anteriormente, esta organización centraba la salud sobre todo desde el punto de vista físico, pero en las últimas décadas lo ha hecho también desde el mental”, explica Benno de Keijzer, académico de la UNAM.
La pandemia agravó este problema
La extensión de contagios que alcanzó el virus Covid-19 en el mundo nos obligó a mantener una distancia entre pares y estar confinados en los hogares durante un periodo largo.
En algunos casos fue sencillo de vivir así pero en otros tantos, fue complicado. Para los adultos mayores, especialmente, se pedía que no salieran a las calles y se solicitaba a la población en general apoyarlos con sus compras regulares o llevarles los medicamentos que necesitaban.
Esto se tradujo en el abandono de muchos ancianos en distintos puntos para evitar contagio o, desafortunadamente, por deceso de quienes cumplían con esta labor.
“No es lo mismo estar solo que sentirse solo. En ciertos momentos de nuestra vida queremos estar solos y disfrutamos nuestra soledad. Pero si nos sentimos así es por la escasa calidad de nuestras redes sociales”, indicó asesor del Programa Integral de Trabajo con Hombres, de la Coordinación para la Igualdad de Género.
Keijzer puntualiza que esta sensación subjetiva de soledad puede ser dolorosa y convertirse en un factor de riesgo, incluso de mortalidad temprana que afecta tanto a hombres como a las mujeres.