México llega al final de este gobierno con una gestión macroeconómica favorable, con estabilidad fiscal y baja inflación; no obstante, surgen preocupaciones por el aumento del gasto público y el endeudamiento para los grandes proyectos de infraestructura, advierte Alejandro Valenzuela, presidente de Banco Azteca.
De cara a la 87 Convención Bancaria que se realizará el 18 y 19 de abril en Acapulco, Guerrero, el recién nombrado presidente del Consejo de Administración de Banco Azteca resalta en entrevista con Publimetro entre otros temas los acelerados avances en la banca digital, y asegura que la institución invierte miles de millones para atajar los ciberataques.
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¿Qué balance hace del gobierno para conducir económicamente al país?
— El balance macroeconómico es favorable. El nivel de las finanzas públicas ha sido destacable a lo largo de este sexenio, la deuda pública se mantuvo, la inflación estuvo a la baja, el gobierno actuó con mucha responsabilidad, particularmente en el escenario del Covid. Ahora bien, este año 2024 vemos que se incrementa notablemente el gasto público, se va a requerir mayor endeudamiento, se desordena un poquito esa disciplina que habíamos mantenido. Estos proyectos de inversión que se hicieron a lo largo del sexenio, vamos a tener que dejar que el tiempo los evalúe.
¿Qué retos ve a futuro?
—Se habla mucho del nearshoring, pues vamos a necesitar técnicos, gente calificada, gente perfectamente bilingüe o trilingüe para poder trabajar con estas empresas multinacionales, ingenieros, técnicos capacitados, para poder estar a la altura de los desafíos.
Para los políticos en campaña, ¿qué advierte el grupo financiero que deben atender?
— Tristemente somos un país sobrediagnosticado. Somos como aquel que va a ver al médico y le dicen ‘tienes que hacer esto’, y vuelvo a regresar con el mismo médico y me contesta ‘ya te lo dije’. En México necesitamos invertir en educación, en infraestructura, en salud, y también atacar las zonas más marginadas del país para darles viabilidad. Hay temas que ya conocemos una y otra vez, y hay que atacarlos. En este sexenio se atacó fuertemente las zonas marginadas y la pobreza extrema, pero en contrasentido, no hemos creado la riqueza justamente para jalar a todo el mundo hacia arriba. No se trata de aplanarnos, se trata de impulsar.
¿Qué balance hace del Banco del Bienestar y cuáles serían los pendientes que observa en su operación?
— Lo que lograron muy bien fue la infraestructura. Hay sucursales por todos lados. Lo que falta es la esencia de un banco: captar, prestar y ser un sistema de pagos. Todavía no cumple en ninguno de estos aspectos, está repartiendo recursos a diestra y siniestra, pero todavía no es una entidad financiera. Va a requerir continuidad, y la próxima administración ojalá y tome lo bueno que se logró y los faltantes los vaya resarciendo.
Cuando fue la pandemia tuvimos picos de morosidad, ¿ya todo esto quedó atrás?
— La banca tradicional sí tuvo un problema de mayor morosidad y se emproblemó más. Banco Azteca, a la par de Banco Coppel, nunca tuvieron ese problema, porque nosotros atendemos a la población, digamos, del sector popular, que nunca dejaron de trabajar, nunca dejaron de mantener sus créditos vigentes. Entonces, a pesar de que hubo el tema de la pandemia, el sector popular mexicano nunca paró. Como consecuencia de ello, nuestra cartera vencida nunca se emproblemó. De los programas que ofreció el gobierno para que la gente pudiese respirar, solamente el 4% de nuestros cuentahabientes lo tomaron, y de ese 4%, solamente el 2% se emproblemó.
¿Les preocupa el crecimiento de la informalidad?
— La informalidad es un problema que México tiene diagnosticado, sabemos lo que hay que hacer, pero no se han atrevido. Si hubiese un impuesto al valor agregado generalizado, en ese momento sería imposible dejar de pagar impuestos. Y siempre ha habido una confusión política entre lo que es cobrar un impuesto y dar un apoyo. No ha habido la voluntad política o el valor político. Si generalizamos el IVA, se acabaría en un chispazo la economía informal, pero tienen mucho temor a quererlo hacer.
¿Qué resalta como ventajas de la banca digital y cómo mejoran nuestras operaciones?
— Hoy en día más de 20 millones de usuarios la están utilizando todos los días, lo cual nos demuestra que tiene una capacidad de penetración impresionante y ciertamente genera nuevos desafíos como el tema de la ciberseguridad. Eso nos obliga a invertir cantidades gigantescas para poder mantener el punto más sensible que puede haber en la relación financiera entre los individuos, que es la credibilidad y la confianza.
¿Qué magnitud de inversiones se realizan para mantener la ciberseguridad?
— De cientos de millones de dólares y todos los años se ha venido acumulando. Tenemos una unidad que se dedica estrictamente a ver la ciberseguridad para el banco y para el grupo, pero los blindajes tienen que ser varios.
¿Habría que ajustar la regulación legal para evitar o castigar los ciberdelitos?
— El problema es que muchos ataques vienen desde otros países, entonces se requiere que una confederación de países se pongan de acuerdo y estén detrás de todos estos individuos.
¿Que nuevos productos financieros o mercados proyectan, más allá del nicho de los pagos chiquitos?
— Retos siempre hay. Estamos trabajando en la digitalización de los productos y en dar a nuestros clientes experiencias, más que productos, que les permitan lograr sus objetivos.
Los agiotistas se modernizaron a ser montadeudas, ¿su operación les preocupa?
— Sin duda, porque vulneran a todos, son malhechores, la fruta podrida que daña al resto. Hay que estar detrás de ellos, hay que trabajar en capacitar a la gente para que esté alerta, esté informada. Hemos visto una mejora en todos los temas de phishing y pharming y todas estas cuestiones donde le estaban pidiendo su información a la gente para robarles, lograban tenerla porque se coludían, entre gente que trabaja aquí y gente que está afuera. Nadie te va a buscar de nuestra parte, no les tomes las llamadas, busca directamente nuestros números telefónicos, contáctanos.
¿Cuáles son los candados que están renovando y reforzando para evitar las operaciones irregulares en las remesas, como el lavado de dinero?
— Lo primero es que sabemos el dinero de quién viene y a quién va. Luego buscamos que pasen todas las pruebas de lo que se puede interpretar como financiamiento de cualquier actividad terrorista. Hemos buscado tener mucha cercanía con el regulador estadounidense, estamos permanentemente en guardia. Seguramente hay goles, pero que se pueda volver sistemático es lo que estamos tratando de evitar, sobre todo que Azteca es el principal banco remesador de México y nos obliga a poner justamente la barrera donde debe estar para que todo el mundo lo haga de la mejor manera.
Hay acusaciones en redes de prácticas inadecuadas de cobradores del banco. ¿Cómo mejoran la experiencia e impulsan la cultura financiera?
— Para prestarle a cualquier individuo, vamos a visitarlo, a conocer sus capacidades y a partir de eso decidimos si es sujeto de crédito o no, porque no nos está dando en garantía absolutamente nada, le estamos creyendo. En un porcentaje menor, de repente dejan de pagar, entonces tenemos que incomodarlos, recordarles. Llega un momento en que esta gente no quiere pagar, entonces ya no son clientes, ya les llamamos deudores y pues vamos hasta las últimas consecuencias legales, porque son un mal ejemplo para el resto de la gente que sí cumple correctamente. Entonces si ellos se quejan, son unos descarados. No hay cosa más sagrada para el banco que nuestra relación con un cliente, nuestra obligación es darle capacidades para poderse reestructurar.