Desde su sede en París, la OCDE manifestó un “cauto optimismo” ante la situación global, a pesar del crecimiento moderado y los continuos riesgos geopolíticos, según se detalla en su último informe trimestral. Este documento destaca la notable disparidad entre las naciones, influenciada por diferencias en la inflación, los ajustes en los tipos de interés y las necesidades de consolidación fiscal.
Estados Unidos, la principal economía mundial, ve su proyección de crecimiento para 2024 aumentar al 2.6%, desde un 2.1% anterior, tras haber registrado una expansión del 2.5% el año pasado. En China, la OCDE eleva su estimación de crecimiento al 4.9% gracias a una política fiscal expansiva.
En América Latina, las proyecciones son mixtas. Brasil mejora ligeramente su previsión a 1.9%, impulsado por el aumento del consumo doméstico. Por otro lado, México ajusta su expectativa de crecimiento a 2.2%, un descenso de 0.3 puntos. Argentina enfrenta una contracción más profunda de lo esperado, con una caída del 3.3%, aunque se anticipa una recuperación al 2.7% el siguiente año.
Respecto a México, la expansión estará respaldada de un mercado laboral sólido, inversión física sustentada en proyectos de infraestructura pública y la gradual relocalización de las manufacturas hacia México. Para 2025, la perspectiva de crecimiento se mantiene en el 2 %, siendo las exportaciones el sustento de su proyección, aunque anticipó que su dinamismo sea menor que en 2024.
Las previsiones para 2024 se mantienen estables o muestran ligeras mejoras en países como Chile (2.3%), Colombia (1.2%) y Costa Rica (3.6%). En la zona euro, se espera un crecimiento moderado del 0.7%, con una proyección de aumento al 1.5% en 2025 debido a la reactivación de la demanda interna.
En Alemania, la economía se expandiría solo un 0.2%, mientras que Francia e Italia verían un crecimiento del 0.7%. España, por su parte, experimentaría un notable crecimiento del 1.8%.
El informe también advierte sobre los riesgos que suponen las tensiones geopolíticas, especialmente en Oriente Medio, que podrían impactar los mercados energéticos y financieros, potencialmente elevando la inflación y obstaculizando el crecimiento económico global.