El Gobierno chino ve a Alemania como un país en decadencia. Frío fue el recibimiento que brindó a la ministra de Exteriores Annalena Baerbock. Pero Pekín podría equivocarse en sus cálculos, opina Alexander Görlach.Desde el punto de vista chino, Alemania se ha reducido a un punto insignificante en el mapa europeo. Otrora celebrado como portador de tecnología y admirado por su eficiencia, hoy en día se le ve en Pekín como un país en decadencia económica que, como otras democracias -según China-, está políticamente paralizado y es vulnerable al ataque de fuerzas radicales.
En esa situación, para los anfitriones chinos fue un triunfo hacer sentir a la ministra alemana de Exteriores, Annalena Baerbock, la modificada relevancia del rol que tiene Alemania para Pekín.
En la era de Angela Merkel, Pekín todavía respetaba a la República Federal de Alemania. A fin de cuentas, la canciller estuvo 16 años en el poder, lo que en el ámbito totalitario comunista chino recuerda a las tres décadas de gobierno de Mao y, por eso, provoca respeto. El hecho de que su sucesor, Olaf Scholz, no haya logrado siquiera conducir una coalición durante un período legislativo, es para Pekín un medio propagandístico apropiado para mostrar a la población china las supuestas desventajas de una democracia.
Prohibido entrometerse
Fría fue, en consecuencia, la reunión de Baerbock con su homólogo chino Wang Yi. Una vez más, éste rechazó cualquier injerencia en el apoyo de China a la agresión bélica de Putin contra Ucrania. Como siempre, en consonancia con el lenguaje del Kremlin, Wang no llamó guerra a la guerra, sino solamente crisis.
En este contexto, Wang pasa por alto, al menos en público, que el abierto respaldo chino a la dictadura cavernícola norcoreana (que con el envío de aproximadamente 10.000 soldados al frente ucraniano se ha vuelto parte beligerante) podría sobrepasar el límite de la paciencia de los europeos, e incluso tener consecuencias directas en el apoyo de Estados Unidos a Ucrania.
Porque el anuncio de la nueva administración Trump de no canalizar los recursos hacia Ucrania sino hacia Asia, para respaldar a los socios y aliados de la región ante la creciente disposición bélica china, quedará obsoleto si tropas de dictaduras asiáticas se plantan a las puertas del mundo libre para unirse a Rusia y atacar el orden mundial libre y democrático.
Estrategia superada
Exhibido como superioridad, el triunfalismo de Wang Yi es, en el mejor de los casos, una quimera. Porque, según calculan expertos, la economía china necesita el comercio con Europa, para compensar las pérdidas que de seguro se producirán debido a los nuevos aranceles del Gobierno de Trump. Si Estados Unidos y Europa tiran de la misma cuerda y aíslan a China, eso implicará repercusiones directas para la permanencia en el poder de Xi Jinping, cada vez más impopular en su país.
Su visita a China probablemente haga ver a Annalena Baerbock que la estrategia del Gobierno alemán con respecto a Pekín ha quedado una vez más superada. Por muy loable y buena que se considere una política exterior orientada a los valores y feminista, el Gobierno alemán saliente debe constatar que le faltó la profundidad conceptual y una amplia perspectiva para acometer el desafío -u oportunidad- del siglo. Ojalá que el próximo Gobierno alemán esté en condiciones de hacerlo.
(ers/rml)