Según algunos economistas, la inminente moción de censura podría sumir a Francia en una crisis.La intención del Gobierno francés era reconducir la economía del país hacia aguas más tranquilas. Después de que la previsión de déficit fiscal para 2024 se disparara sorprendentemente desde alrededor del cinco hasta más del seis por ciento, el recién nombrado primer ministro, Michel Barnier, presentó en octubre un plan con el fin de reducirlo al tres por ciento estipulado en el Pacto de Estabilidad de la Unión Europea para 2029.
Barnier quiere que el Parlamento apruebe la primera parte de su plan en el presupuesto de 2025, vinculando la ley al voto de confianza. Esto se ha hecho necesario porque el Gobierno ya no cuenta con el grupo parlamentario más numeroso en el Parlamento desde las elecciones parlamentarias anticipadas de julio y, por tanto, tiene pocas posibilidades de obtener la mayoría de los votos de la cámara.
A la zaga de China
La economía francesa parecía estar en buena forma últimamente. Se espera que crezca un 1,1 por ciento este año. La tasa de desempleo de Francia se sitúa en el 7,4 por ciento, una cifra respetable en términos históricos. La inflación también se sitúa en torno al 2 por ciento, mientras que hace dos años superaba el 5 por ciento.
Sin embargo, estas cifras, relativamente positivas, no pueden ocultar la debilidad fundamental de la economía francesa, según Denis Ferrand, director del instituto de investigación económica Rexecode, con sede en París. "Las empresas francesas -y europeas- han perdido mucha competitividad frente a China desde 2019", explica Ferrand a DW. "En Europa, los costos de producción han subido una media del 25 por ciento, en China solo un 3 por ciento."
Crisis estructural
Según Ferrand, prevalece un clima de contención: "Cada trimestre, encuestamos a 1.000 responsables de pequeñas y medianas empresas francesas sobre su comportamiento inversor. A finales de octubre, sólo el 36 por ciento de ellos declaraba querer mantener sus inversiones, el 45 por ciento quería aplazarlas y el 18 por ciento no deseaba invertir en absoluto. Aunque esta tendencia ya se había manifestado a principios de año, el adelanto de las elecciones parlamentarias la ha reforzado enormemente."
Philippe Druon, abogado especializado en quiebras del bufete parisino Hogan Lovells, también confirma la cautela entre los inversores. "Actualmente, es muy difícil encontrar compradores para empresas en concurso de acreedores. En estos momentos, tengo 60 en trámite, lo que supone un número enorme", explica a DW. "El número de quiebras se está acercando al de la crisis financiera internacional de 2008", prosigue Druon. Según las estimaciones, se espera que este año se declaren en quiebra unas 65.000 empresas, frente a las 56.000 del año pasado.
"Se trata también de un efecto de recuperación -las empresas tienen que devolver ahora los préstamos concedidos durante la pandemia de coronavirus-, pero no solo eso", subraya el experto. "También es una crisis estructural, por ejemplo, en el sector del automóvil, con la transición a los autos eléctricos; pero también en el inmobiliario, donde las oficinas tienen menos demanda tras un largo periodo de trabajo desde casa." Además, los elevados tipos de interés en el mercado de capitales han dificultado la financiación de las inversiones, que se han vuelto menos atractivas.
"Un error monumental"
Anne-Sophie Alsif, economista jefe de la consultora de gestión BDO, con sede en París, no ve la situación económica tan dramática, si no fuera por el factor político. "Nuestros indicadores macroeconómicos están mejorando, pero si el Gobierno cae ahora y no hay un presupuesto específico para 2025, podríamos caer directamente en una crisis económica, sería un desastre", dice Alsif a DW. "Eso indicaría a los inversores que Francia es incapaz de aplicar un plan para reducir su deuda."
"La decisión de Macron de disolver el Parlamento fue un error monumental: ahora, estamos obligados a tener una coalición de gobierno, pero es algo que, sencillamente, no podemos hacer en Francia. Nuestra situación política es extremadamente inestable", subraya Alsif.
Christopher Dembik, asesor de inversiones de la sucursal parisina de la gestora suiza Pictet Asset Management, relativiza la situación. "Es exagerado decir que Francia se enfrenta a una crisis financiera", explica a DW. "Eso significaría que Francia ya no podría refinanciar su deuda, igual que Grecia en 2009". Según el economista, tal tendencia aún no se ha visto en los mercados financieros.
"Hasta ahora, Francia siempre ha confiado en ser 'demasiado grande para quebrar', es decir, demasiado grande para que otros países europeos la dejen quebrar", afirma, por su parte, el economista Denis Ferrand. "Pero Bruselas está perdiendo poco a poco la paciencia ante la incapacidad de Francia para reducir su deuda." Esta es ahora superior al producto interno bruto de Francia.
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