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Mercado Fronterizo de Dajabón, una solución para haitianos y dominicanos

En medio de la profunda crisis en Haití y de grandes tensiones con sus migrantes en República Dominicana, DW visitó un mercado fronterizo en Dajabón, donde ambos pueblos siguen comerciando.La avalancha es grande cuando se abren las dos puertas laterales y el portón central del paso fronterizo de Dajabón, a las 8 de la mañana, especialmente los lunes y viernes, días formales de mercado. “Hay reglas”, dice el coronel a cargo, de apellido Hernández, quien lleva un palo de golf como accesorio. Se ha acercado batiendo la basura del camino con el palo e indica la distancia de unos cien metros a la que permite que DW observe la apertura.

Mujeres de todas las edades adelantan a la carrera por la acera izquierda, que conecta directamente con el Mercado Fronterizo de Dajabón. Han estado esperando desde la madrugada, y aprovechan la ventaja que les da pasar primeras.

Los hombres, por la acera derecha, se ven sometidos a controles biométricos y de aduanas aparentemente más exhaustivos. Ni las unas ni los otros están autorizados, en principio, a traspasar el límite del centro de comercio binacional, marcado por un segundo portón fronterizo que lo separa del resto del territorio dominicano.

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Entre el caos y el orden

Ya dentro, el mercado es un hervidero de gente, humores, apuros. Tiene dos pisos laberínticos, y el primero es el más atiborrado y movido. Todos intentan acomodar su mercancía, ganar espacio, llamar la atención, llegar pronto con una carretilla a cargar algo en algún sitio. Cuesta creer que este caos mantiene un orden, que no se desborda.

Vestido de civil, el capitán Argenis se presenta como oficial de la agencia de inteligencia dominicana DNI y encargado de operaciones del mercado. Nos ofrece mandarinas y nos abre paso. Habla en español con los dominicanos y en un creole bien desenvuelto y muchas veces también bastante autoritario con los haitianos.

Nacido y criado en Dajabón, considera natural y “necesario” aprender la lengua de sus vecinos, aunque reconoce que no es lo más común entre sus pares. “Los haitianos nacen para que los maltraten”, dice, sin embargo, tras saludar familiarmente a algunos, escuchar y responder las quejas de otros, y alzar la voz para señalar o dar una orden golpeando brevemente con el dedo índice sobre el pecho o el hombro de la mayoría. No obedecen “si no se les habla con agresividad”, afirma.


Vendedores y compradores haitianos y dominicanos

En un día de mercado, se alojan en el recinto entre 12.000 y 15.000 vendedores y compradores haitianos, calcula su gerente administrativo, Antonio Díaz Medina. Sobre los dominicanos, también abundantes, el gerente carece de estadísticas o estimados. “Son muchos”, dice a DW, aunque no tantos como los haitianos.

Efectivamente, el hotel donde nos hospedamos, a dos cuadras del paso fronterizo, está repleto de dominicanos que vienen al mercado, confirma su recepcionista. Y el resto de los hoteles de la localidad, al parecer, también. Los locales advierten de reservar con tiempo.

Tanto haitianos como dominicanos son vendedores y compradores. Los haitianos se abastecen principalmente de todo tipo de productos comestibles: pastas, aceites, enlatados y productos agropecuarios (frutas, vegetales, huevos, arroz, harina, pollos).

Según el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de Naciones Unidas, Haití sufre actualmente una emergencia alimentaria. Se estima que 5,4 de sus más de 11 millones de habitantes no pueden alimentarse a sí mismos ni a sus familias diariamente, en medio de la crisis económica, política y de seguridad agudizada con el asesinato del presidente Jovenel Moïse en 2021.

Desde Haití, ingresan a República Dominicana, sobre todo, ropa y calzado de primera y segunda mano, así como utensilios del hogar, ilustra Díaz. En los pasillos se ven también otros productos, incluidas bebidas alcohólicas: las populares cervezas Prestige haitianas y botellas de whisky nada locales, aunque sus cantidades están, en principio, muy reguladas por Aduanas.


Un negocio que “sube y baja”

Eloude Saincris, una de las muchas mujeres que atraviesa la frontera con una carretilla repleta de calzado de segunda mano, prefiere el “premercado” de los jueves, dice a DW, porque los viernes es mucho el tumulto y elige quedarse del lado haitiano. Vende poco, lamenta, pero sobrevive. “Para potenciar el intercambio”, el premercado funciona también los miércoles y domingos, aclara el gerente Díaz.

Adelina Alce, haitiana residente en Ouanaminthe, vende en Dajabón ropa que le llega desde Nueva York. Lleva 20 años asistiendo al mercado y se entiende “bien” con los dominicanos, dice. “Tú sabes, algunos me tratan mal y otros me tratan bien, igual que los haitianos”.

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Gladys de los Santos, dominicana residente en Dajabón, compra ropa usada a las mujeres haitianas que la traen al mercado fronterizo, y luego la vende en Santiago de los Caballeros. “Yo me llevo bien con ellos, no tengo problemas con ninguno de ellos”. El negocio “sube y baja, no está buena la cosa ahora, está un poco floja la venta”, dice a DW.

Este comercio depende, también, de la política. Cuando el mercado ha estado cerrado -por los cierres de frontera relacionados con la crisis de seguridad haitiana, o con la construcción de un canal privado haitiano que desviaba aguas del fronterizo río Masacre-, Gladys sobrevivió en casa: “Los clientes sabían el problema que había, que no estaban cruzando los morenos”, recuerda.

Un puente de un solo sentido

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“Ese puente se hizo para que, si algún día Haití se estabiliza, pasen dominicanos y haitianos a comerciar”, indica a DW el mayor Vicente, oficial del Cuerpo Especializado en Seguridad Fronteriza Terrestre (Cesfront), señalando hacia la pasarela peatonal que une al Mercado Fronterizo de Dajabón con su malogrado gemelo haitiano, en Ouanaminthe (que los dominicanos llaman Juana Méndez).

El paso une el fondo de ambos recintos comerciales y solo se usa para la vuelta, a pie, de vendedores y compradores haitianos de República Dominicana a Haití. La entrada de transeúntes, así como la entrada y salida de vehículos hacia y desde territorio dominicano solo es posible por el puente paralelo y más amplio que cruza el río Masacre, conectando el frente de ambos mercados.

“La idea es que haya un Mercado Binacional, que funcione simultáneamente”, explica Díaz. Pero el mercado de Ouanaminthe se terminó hace cinco años y “no han podido sacarles provecho a sus instalaciones por la situación de inestabilidad social y política” que vive el país vecino, dice.

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“Yo tengo muchos amigos haitianos que me invitan a visitarlos del otro lado, pero me da miedo por la situación que hay allí”, confiesa Andry Estévez, cajero en una heladería de Dajabón.

El motor de la economía local

Con toda su fragilidad, según el Centro de Exportaciones e Inversiones dominicano, Haití siguió siendo el tercer socio comercial de República Dominicana en 2022, con 1.000 millones de dólares en exportaciones y 11 millones en importaciones. En este marco, el flujo del comercio informal binacional ascendió a casi casi 430 millones de dólares, según datos del Banco Central.

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Entretanto, con sus 40.000 metros cuadrados de área, el mercado de Dajabón “ya llegó a su capacidad máxima”, asegura su gerente administrativo. La falta de espacio “limita la operatividad”, así que se necesitaría una expansión, dice. Y no es difícil creerle, sobre todo, si se ha atravesado el primer piso de la instalación, donde avanzar por un pasillo es un reto mayor.

Hay otros mercados en la frontera dominicana con Haití -en Pedernales, Jimaní, Elías Piña, Comendador-, pero este, gestionado por la alcaldía municipal de Dajabón, es el más conocido y concurrido, el de mayor incidencia e impacto económico, confirma el directivo. Y, con todas sus limitaciones, “es el motor que mueve la economía local de ambas naciones y sus pueblos que convergen en la frontera”.

(ers)

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