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Si Trump cumple, Centroamérica quiebra

Óscar Martínez comenta en su columna las reacciones de los líderes de Centroamérica a la victoria de Trump.Los actores más autoritarios de Centroamérica celebraron el triunfo electoral de Donald Trump el pasado noviembre. Bastan un par de ejemplos para marcar la tónica: el presidente salvadoreño, Nayib Bukele, fue el primero en felicitarlo desde su cuenta de X, cuando los resultados aún no eran definitivos, y luego sus funcionarios se encargaron de difundir otros mensajes que lo dejaban claro: "fue el primero, nuestro líder fue el primero”; como diciendo: "no lo olvide, señor Trump”.

Guatemala dejó una escena muy sui géneris: el jefe de la Fiscalía Especial Contra la Impunidad, Rafael Curruchiche, incluido en la lista de actores corruptos del Departamento de Estado de Estados Unidos, apareció en una foto en sus redes sin camisa, metido en una piscina, posando al lado de una botella de tequila, con una gorra de Trump y el mensaje: "Celebrando el triunfo de mi amigo Trump. Salud”.

Ese fue el tono de esa clase política centroamericana: apresurado, festivo, pretencioso e incluso ingenuo, teniendo en cuenta que Trump ha llegado a llamarnos shithole y a asegurar que le mandamos a todos nuestros delincuentes.

El tono de Xiomara Castro, la presidenta de Honduras, fue antagónico, combativo con el paso del tiempo: este enero amenazó a Trump con detener la cooperación militar que existe desde 1983 y permite la presencia de soldados estadounidenses en Honduras, principalmente en la base aérea de Soto Cano, cerca de la capital, si Trump cumple con su amenaza de ejecutar la operación de deportación masiva más grande en la historia de su país. En un acto político muy poco habitual desde la Presidencia hondureña, Castro amenazó con la posibilidad de mandar para el Norte a los cerca de 400 militares de la Fuerza de Tarea Bravo del Comando Sur de Estados Unidos.

Desde Nicaragua, su pseudocomunista dictador tiene poco que decir: en todo caso, la administración Trump puede enviarle más deportados de lo habitual en unos años en los que la migración indocumentada de nicaragüenses hacia EstadosUnidos ha crecido: más de 400,000 personas cruzaron en los últimos cuatro años esa frontera, según datos de la Oficina de Protección Fronteriza.

El punto es que, lejos de las formas, sin importar si uno es lisonjero, si la otra es más desconfiada o si el fiscal toma tequila, si Trump cumple lo que ha prometido en términos migratorios, todos esos países se asomarán al abismo de la quiebra.

Mientras competía en las elecciones, Trump presentó un documento de solo 16 páginas donde mencionaba -no explicaba- 20 políticas prioritarias que implementaría de llegar a la Presidencia. Pues ya llegó. Una de esas promesas políticas fue ejecutar la mayor operación de deportaciones de la historia estadounidense. Trump no la tiene fácil, la competencia es fuerte: el expresidente Barack Obama tiene el récord anual, al deportar a más de 400,000 indocumentados en solo un año. Joe Biden deportó a casi 300,000 en el año fiscal 2024. Y, si uno quiere ponerse quisquilloso, se dice que Dwight Eisenhower deportó a casi un millón de personas en 1954.

Se calcula que casi siete millones de guatemaltecos, salvadoreños, hondureños y nicaragüenses viven en Estados Unidos. Muchos de ellos, indocumentados. Los migrantes de los primeros tres países, el triángulo norte de Centroamérica, envían en remesas más del 20 por ciento del Producto Interno Bruto de sus naciones. Y el 95 por ciento de esas remesas provienen de Estados Unidos. Esto representa billones de dólares que no alcanzarían a ser sustituidos por un posible incremento de la ayuda estadounidense a aquellos mandatarios que se porten bien con Trump.

La migración es un ecualizador centroamericano. Somos tan diferentes en tantas cosas y tan parecidos en el calvario de nuestros migrantes en Estados Unidos. Lejos de voltear a verse entre sí, de unir esfuerzos y mentes y pensar como región, y buscar alternativas colectivas y ganar peso sumando, los países centroamericanos vuelven a tirar cada uno por su lado, y uno felicita y el otro brinda y la otra amenaza. Como si no estuvieran ante la posibilidad del mismo catastrófico destino: si Trump cumple, Centroamérica quiebra.

(ms)

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