Mientras EE. UU. entra en un nuevo periodo de rivalidad geopolítica, América Latina podría estar dejando de ser mero escenario o espectador de esa rivalidad, comenta Günther Maihold.La intención de recuperar el Canal de Panamá, las deportaciones masivas y la aplicación de una nueva geoeconomía de aranceles marcan el inicio de la segunda administración de Donald Trump.
Con estas decisiones desaparece la percepción de que las grandes disputas geopolíticas no tenían mucha influencia en América Latina. Alejada de los conflictos de Ucrania-Rusia e Israel-Gaza, se esperaba salir de la crisis con menos costes y aprovechar un período poshegemónico estadounidense para alcanzar los objetivos de su propio desarrollo.
Nuevas tensiones ideológicas en bloques regionales
Al mismo tiempo, están surgiendo nuevas tensiones en bloques regionales como el Mercosur, especialmente debido a la actuación de Javier Milei, lo que subraya el impacto de las diferencias ideológicas entre los líderes de la región, efecto que se ve ampliado por la ausencia de liderazgo regional de Brasil.
América Latina no tiene la capacidad de entrar en una competencia geopolítica activa con otras potencias, sino que estos esfuerzos quedan relegados a los países a nivel individual, lo que reduce las posibilidades de éxito en esta apuesta. Todo apunta a que la región será objeto de las estrategias de otros poderes para imponer sus criterios geopolíticos.
Otra energía como clave de la geopolítica mundial
Los vientos han cambiado con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, especialmente, en lo que respecta a la energía como clave de la geopolítica regional y mundial. Su vuelta a las energías fósiles y el rechazo de cualquier política cercana a la transición energética dejan a América Latina desamparada en lo que respecta a su orientación en torno al litio y el hidrógeno como ejes de su futuro desarrollo.
Los bosques tropicales de la región, sus recursos energéticos renovables y de hidrocarburos, y sus suministros de minerales críticos estaban destinados a adquirir mayor importancia. Pero el cambio climático vuelve a quedar fuera de la agenda de Washington y las grandes inversiones en transición energética se frenan al menos en EE. UU., por lo que tal perspectiva parece frustrada.
Esto podría implicar que la esperada revolución tecnológica acelerada quede relegada durante los próximos años, especialmente en Sudamérica, considerada como una fuente importante de los insumos necesarios para la nueva economía energética. Aunque esta región contenga el 40 por ciento de las reservas mundiales de cobre, entre el 35 y el 40 por ciento de las reservas de litio y yacimientos significativos de níquel, cobalto y otros minerales críticos, la inversión internacional en recursos minerales críticos podría verse frenada.
China, un actor geopolítico de primer orden
Actualmente, China busca principalmente minerales "críticos" (hierro y cobre), hidrocarburos, carne y soja en la región. La inversión más reciente es el puerto de Chancay, ubicado a 46 millas al norte de Lima (Perú), que fue inaugurado a finales de 2024. Antes, fueron el puerto de Balboa, en la entrada del Canal de Panamá, y la modernización del puerto brasileño de Santos.
Veintidós países latinoamericanos se han adherido a la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China (BRI, por sus siglas en inglés), y países como Chile, Costa Rica, Ecuador y Perú han formalizado acuerdos de libre comercio con este país.
Es posible que las empresas estadounidenses no se apresuren a instalarse en México, pero las empresas chinas que abastecen el mercado estadounidense sí lo hacen. Las inversiones chinas en proyectos de infraestructuras regionales llenan el vacío que no cubren actualmente las empresas estadounidenses y europeas.
Pero, más allá de la dimensión comercial y de infraestructura, está también la dimensión financiera: la política de créditos y la internacionalización del renminbi están entre las principales motivaciones de la integración internacional de China, aunque los inversores extranjeros se han mostrado cautelosos a la hora de utilizar la moneda como inversión segura de bajo riesgo. No obstante, para el presidente Trump, este tema parece tener gran prioridad.
Proyecciones geopolíticas sobre América Latina
Pero no solo China y Rusia, e irónicamente Irán, rivalizan con EE. UU. en regiones de ultramar, que compiten a su vez con Washington en su vecindario común. También la India se ha convertido en el socio comercial más importante de Bolivia. Turquía, por su parte, ha desarrollado una relación dinámica con Venezuela. Además, Rusia vende fertilizantes a Brasil, que produce soja que se vende a China. Las rutas comerciales alternativas empiezan a conectar América Latina con otros destinos como Singapur.
La postura de la región de ser un mero espectador de la agitación geopolítica podría llegar a su fin con presiones que surjan de los diferentes actores con aspiración global y presentes en la región, de manera que el "no alineamiento activo" podría demostrar ser contraproducente.
A medida que EE. UU. entra en un nuevo periodo de rivalidad geopolítica, se abre una etapa en la que la idea de América Latina como teatro de una rivalidad estratégica silenciosa podría llegar a su fin. Pero no hay que olvidar que países como Argentina, Paraguay y otros buscarán sacar provecho de esta nueva configuración de fuerzas en el hemisferio en los próximos años. La nueva geopolítización alcanza a los diferentes países de la región en momentos distintos de su desarrollo económico y político, de manera que sus ventajas y desventajas se distribuirán de manera desigual.
(rml)