Continúan las protestas en Turquía tras el arresto del alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu. Hay una gran preocupación por la democracia, pero el sector de la cultura no ha alzado de momento la voz.Seis días después de la detención del alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, por orden del Gobierno, el Ministerio del Interior de Turquía ha suspendido al funcionario de su cargo.
Cientos de miles de personas han salido a las calles para protestar contra las medidas del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, a pesar de las prohibiciones del Gobierno.
"El presidente Erdogan quiso deshacerse de su principal rival”, dice a DW Asena Günal, directora de la fundación cultural Anadolu Kültür. "¡Esto es un serio golpe contra la democracia!”.
Esta institución fue creada en 2002 por Osman Kavala, empresario, activista y mecenas cultural turco, que hace siete años está en prisión. Fue organizador de las protestas de Gezi, en 2013, dirigidas primero contra la construcción de un centro comercial y luego contra el Gobierno del presidente Recep Tayyip Erdogan. Tanto el Consejo Europeo como el Tribunal de Justicia de la Unión Europea exigen su liberación.
"El mensaje de Erdogan en 2013 era: ‘¡Si salen a la calle, los meto en la cárcel!' Desde ese momento, muchos jóvenes tienen miedo de salir a protestar”, explica Asena Günal a DW.
Sin embargo, desde la detención de Imamoglu, gran cantidad de personas jóvenes han salido a manifestarse, escolares y estudiantes universitarios, según Günal. Explica que muchos quieren irse del país porque no ven un futuro en Turquía para ellos. Al salir a protestar ahora contra la medida de Erdogan, el mensaje que están dando es que quieren quedarse en su país y que no lo abandonarán. El mensaje de los jóvenes es "muy claro”, y eso motiva a muchas otras personas, indica Günal.
Para Tina Blohm, directora de las oficinas en Estambul y Ankara de la Fundación Friedrich Ebert (FES), cercana a la socialdemocracia alemana, la detención de Imamoglu es "una nueva escalada de represión”.
El alcalde de Estambul es muy popular, dentro y fuera de Turquía. "En los próximos días y semanas, quedará claro cuán fuerte y unido se muestra el CHP (Partido Republicano del Pueblo), y cómo utilizará sus apariciones en público y en el Parlamento". Existe el peligro de que las protestas amainen al cabo de unas semanas. "Entonces podría ser parte de la 'nueva normalidad' que los políticos arrestados permanezcan en prisión", analiza Blohm en la publicación IPG-Journal, de la fundación FES.
La representante de la FES señala que, en el marco de tres investigaciones distintas, se ha ordenado arrestar a más de 100 personas. Imamoglu era solo una de ellas. "Esto no significa nada bueno para la democracia en Turquía", afirma Blohm, para quien se está abusando políticamente del sistema de justicia, que pierde su independencia. "La caja de herramientas para tomar medidas contra los críticos del gobierno está bien equipada", comenta.
Periodistas en la mira de la Justicia turca
Esa caja de herramientas se hace presente también en la detención del periodista Ismail Saymay, del canal opositor Halk TV, acusado de "apoyar un intento de derrocar al Gobierno turco”, por haber mantenido durante las protestas de Gezi conversaciones, según la Fiscalía -que también investiga en el caso de Imamoglu- con Osman Kavala y el abogado Can Atalay, ambos en cumplimiento de largas penas de prisión.
El editor del diario en alemán Istanbul Post, Stefan Hibbeler, dice que especialmente los medios independientes en Turquía están "bajo presión”. La Policía actúa cada vez más a menudo contra periodistas. El lunes fueron detenidos diez trabajadores de prensa que informaban sobre las protestas, entre ellos, un periodista de la agencia noticiosa francesa AFP. La Policía se lo llevó en la madrugada de su domicilio, informa la AFP.
"Esto es nuevo", dice Hibbeler a Deutsche Welle. "El delito penal de desinformación se interpreta de forma muy liberal". La organización no gubernamental Reporteros sin Fronteras ha calificado la acción policial de "escandalosa”. Lo que es mucho peor, según Hibbeler, es que muchos turcos creen en los medios de comunicación, que son predominantemente progubernamentales.
Jannes Tessmann, representante de la Fundación Mercator en Estambul, que fomenta las relaciones entre Turquía y Alemania, dice a DW: "Estamos muy preocupados por la sociedad civil turca y por nuestros socios aquí”. Uno de los socios de proyectos era Osman Kavala, indica.
Muy cuidadoso con sus apreciaciones, Tessmann confiesa, sin embargo, temer "que la represión contra los opositores continúe y que siga avanzando esta escalada”. Según el experto, "muchos de los que salen a la calle ahora están decepcionados por el silencio del sector de la cultura”. En comparación con las protestas de Gezi, en 2013, cuando activistas de la cultura alzaron sus voces acompañando a los manifestantes, "en las redes sociales se ha lamentado mucho que esta vez no sea así”, consigna.
Asena Günal, directora de Anadolu Kültür, es menos pesimista: "Erdogan asumió un gran riesgo", dice, "pero creo que calculó mal". Por un lado, sus medidas dañaron la economía turca. Los precios de las acciones en la bolsa de valores se desplomaron y el valor de la moneda local, la lira turca, cayó drásticamente. Pero, lo más importante, es que "las acciones de Erdogan han creado una atmósfera en la que la oposición está unida y la gente está empezando a creer en el cambio".
(cp/ms)