Según información presentada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la inflación en nuestro país ascendió a 6.24%, la tasa anual más elevada desde el mes de diciembre de 2017, cuando alcanzó el 6,77%, mientras que la inflación mensual de precios ha registrado su subida más alta en 23 años, al registrar un incremento de 0,84% en octubre de 2021, la tasa más alta en un mes desde octubre de 1998 cuando se registró un incremento de 1,43% y todo parece indicar que la tendencia al alza persistirá en los siguientes meses.
Lo anterior, implica que dentro de las consecuencias que ha dejado los casi dos años de pandemia por Covid-19 en el mundo y en nuestro país, es el alza en el fenómeno inflacionario y en la economía que se desplomó un 8.5% en 2020.
Lo que es una realidad en México, desde hace algunas semanas, particularmente a finales del año pasado y en el inicio de este mes, es el aumento de manera muy considerable de precios, especialmente de los productos de la canasta básica (huevo, limón, cebolla, tomate verde, carne de res), así como del gas doméstico licuado de petróleo (LP), servicios como el transporte aéreo y la electricidad, muchos derivados de mayores costos de producción y transporte; estos efectos provocados por la inflación son de mayor importancia y trascendencia, dado que pega directamente en los bolsillos y en el poder adquisitivo de las y los mexicanos y, sinceramente, los salarios no aumentan en la misma proporción; en este sentido, las autoridades en el ramo deben trabajar fuertemente en la implementación de medidas para que el fenómeno inflacionario a la alza se revierta y, lo más importante, reitero, es que tenga beneficios en los bolsillos de la ciudadanía.