El sábado pasado sucedió uno de los hechos mas lamentables que se tienen registro en un estadio de futbol en nuestro país. Sin la menor duda, podemos decir que fue un evento que debería ser un parteaguas para la Liga MX y para los eventos familiares. Debe ser el inicio de una reflexión profunda sobre la violencia alrededor del futbol en México, las peligrosas barras de apoyo a los equipos y los protocolos de seguridad en los estadios.
Sin embargo, otro hecho que podría ser más peligroso aún, incluso peor que el de los lamentables acontecimientos en el estadio, es la narrativa que se suscita en las redes sociales. De un momento a otro pasamos a la escalofriante cifra de 17 muertos que un periodista deportivo publica sin mayor reparo. El mismo periodista pidió disculpas apenas hace unas horas por no tener la certeza del dato y asume su responsabilidad, bien por él, pero el daño estaba hecho.
Hoy nadie piensa que no hubo fallecidos el sábado en el estadio La Corregidora de Querétaro. Los comentarios de la gente de a pie es que sí, que hubo muertos y ahora hay un complot para ocultarlos. El número de 17 fallecidos corrió a una velocidad meteórica, nadie se quita de la cabeza la cifra. Es indiscutible que las terroríficas imágenes contribuyen a la narrativa de los fallecidos, pero ¿quién podría asegurar que a pesar de que había cuerpos inmóviles y severamente golpeados, estaban sin vida?
La responsabilidad de un periodista, de un líder de opinión y hasta de lo que hoy llaman “influencer” es mucha. Las redes sociales tienen una vida propia y la narrativa que se construye dentro de ellas no requiere ninguna regla ni esfuerzo periodístico de confirmación. Porque además se usa para hacer propaganda, horas después en las mismas redes sociales que se había mencionado el número de fallecidos (sin confirmación) había una guerra sobre si la culpa era de unos o de otros, dependiendo la filiación política.
Paradójicamente, estás mismas redes sociales, con todo y su grado de irresponsabilidad para señalar sin reparo datos falsos, son las mismas que hicieron que el tema fuera expuesto de manera inmediata, que se hablara del hecho y que surgiera una presión inédita hacia las autoridades al respecto. De no haber sido por esa vía, nos habríamos enterado en el periódico del domingo o lunes de un hecho violento en un estadio de futbol nacional.
El evento del sábado merece muchas reflexiones que no deben ser tomadas a la ligera, son muchas aristas las que deben entrar a un debate. No podemos dejar de lado lo que sucedió en Twitter principalmente y luego en el resto de las plataformas digitales. La verdad de las redes muchas veces es otra a la realidad, el problema es que en el tiempo se vuelve la única y eso es muy, muy peligroso.