¿El gobierno de México respondió adecuadamente al Parlamento Europeo tras la crítica por el trato a la prensa mexicana? Definitivamente no y de ahí se evidenciaron muchas cosas negativas que trae consigo el tema de fondo.
Debemos de entender con claridad que la diplomacia requiere de estudios y experiencia profunda porque no es cosa menor acordar con países que, dada la composición global de la economía y el tránsito general de personas, en algún momento tendremos relaciones estrechas no sólo por los negocios que pudiéramos llevar con ellos a nivel Estado, sino porque requerimos asistencia para atender a nuestros connacionales.
Históricamente, la diplomacia mexicana se había caracterizado lejos de la imagen de pasividad que algunos sectores le endilgaron, como un cuerpo asertivo que sabía alzar la voz cuando era necesario sin llegar a niveles intervencionistas, al grado de que hemos fungido como mediadores de conflictos internacionales, sobre todo a nivel Latinoamérica, sin embargo, muchos episodios del pasado reciente, incluyendo esta respuesta al Parlamento Europeo, han estado salpicadas de rencor, falta de respeto y confrontación que no convienen tener de cara a una crisis global.
Si bien es cierto contamos con una diplomacia calificada cuando hablamos del servicio exterior mexicano de carrera e, incluso, un canciller que, cuando ha hecho las cosas con su conocimiento y experiencia, demuestra su enorme capacidad y nivel diplomático a la altura de nuestro país, también se ha subsumido a la representación mexicana en el exterior como una vitrina de premios a quienes cobijen el discurso divisionista.
Pero en el tema de fondo, resulta, no sólo triste sino preocupante, que se minimice un problema tan grave como el de los asesinatos de periodistas lo cual refleja un desapego de la libertad de expresión como motor de la democracia. Si alguien es capaz de señalar que no importa la muerte de seres humanos habrá que tener cuidado porque por encima de números y estadísticas, el sufrimiento personal y de las familias quiebra cualquier relación de confianza con las instituciones.
Es momento que como sociedad y administración pública maduremos y dejemos en manos de especialistas los temas álgidos de nuestro país porque las consecuencias no las sufre un mandatario, sino el pueblo que confió en él y en su cordura.