Aunque socialmente nos resulte un término muy familiar que podemos mencionar miles de veces durante una charla casual o escucharlo en la mercadotecnia, el concepto de Autoestima, es un estado psicológico que, aunque ha sido sumamente estudiado desde Freud, sigue en continuo desarrollo y evolución, pues es fundamental para todo ser humano.
Sin una autoestima sana, es muy complicado que logremos avanzar hacia nuestros sueños, propósitos o metas, al menos será mucho menos fácil y ligero. En sentido estricto, la autoestima refiere, por supuesto, a uno mismo, a lo propio, y a la consideración o aprecio que le damos a nuestro Ser.
Sin embargo, no existe una definición tan puntual que logre definir a la autoestima, puesto que más que un sentimiento, o acción, es todo un fenómeno dinámico, cambiante y de alcances multidimensionales. Implica no sólo acciones materiales u objetivas, sino una serie de experiencias subjetivas que vienen desde donde percibimos la realidad, a partir de la primera infancia.
Así que es como la construcción de un edificio, además inteligente, que se compone no únicamente de la estructura y los cimientos, sino de los cableados, las tuberías, los ventanales, el diseño, la apariencia, las atmósferas, los equipamientos, y todo lo que, al final, creará una experiencia completa.
La autoestima puede medirse respondiendo a diversas preguntas como: ¿somos atentos, justos, respetuosos, comprometidos, apreciativos, congruentes, disciplinados, impecables, con nosotros mismos? ¿De lado de quién estamos cuando vivimos una tensión que puede ser muy destructiva para nosotros?
¿Cómo atendemos nuestras necesidades físicas, emocionales, intelectuales, sexuales, espirituales? ¿Qué esperamos de nosotros mismos? ¿Somos auténticos y leales a lo que realmente sentimos, pensamos y queremos? ¿Qué tanto impacta en nuestras decisiones una tendencia de rebaño en la que todos piensan igual, se quieren ver igual y quieren lo mismo?
¿Cuánto sacrificamos de nuestra dignidad, integridad y bienestar con tal de mantener relaciones, personas, situaciones, trabajos, o cosas que resultan tóxicas? Una autoestima suficiente, es la base para que nuestras metas, objetivos, sueños puedan alcanzarse con un sentido real y asertivo, sobre un plan de vida consistente.
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Por el contrario, niveles bajos de autoestima, o sencillamente, carecer de esta, generan un hoyo o un vacío insano, por el que se van las oportunidades, las relaciones sanas, los verdaderos amigos, las verdaderas satisfacciones de la vida y, principalmente, la calidad de vida, puesto que la autoestima va de la mano de la salud mental y psicológica, y es el comienzo o el fin de las dependencias emocionales y de las adicciones de cualquier tipo.
Dicho de otra manera: para poder disfrutar de todo cuanto hemos alcanzado, de lo que somos y tenemos, debemos gozar de plena salud mental y de la libertad psicológica suficiente, que provengan de una autoestima sana y en constante crecimiento.
No hay límites en la capacidad que podemos desarrollar de autoestima, puesto que la vida, naturalmente llena de retos, nos exigirá diferentes formas y niveles para enfrentarlos, y nos seguirá ofreciendo cosas buenas y disfrutables, además de oportunidades para expandirnos; pero sin una buena autoestima, no tendremos capacidad de tomarlos, y tampoco la confianza suficiente para creer que tenemos derecho a triunfar, a ser exitosos en lo que queremos, y a gozar de una vida dichosa y feliz.