Por Connie Molina
Había una vez Pedro y Eva…
Se conocieron una tarde de mayo en una exposición de arte, desde que Eva lo vio quedó fascinada con este hombre de apariencia juvenil, tan ligero, tan amable, tan jovial.
Pedro, por su parte, quedó encantado con aquella mujer tan bien plantada y seductora que lo incitaba a correr un sinfín de aventuras.
Para no hacer el cuento largo, después de varios meses de salir juntos, decidieron formalizar su relación.
Pedro Chef, Eva Crítica de Arte, se unieron para volar juntos y pues siii que volaron.
Al principio todo era muy divertido para ambos, gustaban casi de las mismas cosas y entretenimientos, a Pedro le encantaba estar en casa descubriendo nuevos platos, Eva tenía múltiples compromisos y se manejaban bien… hasta que llegó Mariana. Pedro, que pasaba más tiempo en casa, podía hacer las labores, cuidar de Mariana, mientras Eva era el sostén del hogar. Un día Mariana creció, gastos y responsabilidades también; Eva se sentía criando a dos infantes, Pedro se comportaba cómo otro hijo más, parecía no ser capaz de tomar la responsabilidad de sus actos, y de la vida adulta.
De pronto comenzó a no querer aceptar las obligaciones propias para desarrollar su rol de pareja y de padre, mostraba inseguridad cuando Eva pedía que buscara un trabajo estable, le dio por mentir y esconderse detrás de múltiples excusas. Se volvió inseguro, demandando atención, incluso más que Mariana, manifestando insatisfacción constante por no poder tenerlo todo, sin mayor responsabilidad, ni compromiso.
· El síndrome de Peter Pan es más frecuente en varones, regularmente se asocia a problemas emocionales y conductuales, que se ven reflejados en la incapacidad de proporcionar seguridad a otra persona, ya que ellos mismos son los que necesitan sentirse protegidos por otros. Este hecho les incapacita, en gran medida, porque lastra su desarrollo personal y dificulta sus relaciones sociales, asociándose con intensos sentimientos de soledad y sensación de dependencia.
· Se sienten jóvenes eternos, se desentienden de las exigencias de la vida adulta y del mundo real, refugiándose en un mundo de fantasía, en su país de Nunca Jamás
· Atrapados en él, no pueden desarrollar los roles que han de asumir, como el de padre, pareja o profesional, tal y como se espera en la adultez. Se pueden reconocer porque muchos de ellos, pueden resistirse a independizarse de los padres, mantengan relaciones afectivas, superficiales y sin compromiso, o no acaben de encontrar su sitio en el mundo laboral.
· Creando una tensión entre el estilo de vida vinculado a la infancia, y las exigencias que se presentan en su vida adulta, etapa caracterizada por la necesidad de asumir responsabilidades y alcanzar metas a largo plazo.
· La perspectiva de dejar atrás un modo de vida basado en el juego y la inmediatez resulta muy duro para algunas personas, que en ciertos casos se resisten a asumir ese modo de vida emocionalmente maduro, que va más allá del egocentrismo y el “aquí y ahora”.
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