Uno de los grandes males que históricamente han afectado a nuestro país, es la corrupción. Se trata de una funesta práctica que crónicamente ha menoscabado el patrimonio de las mexicanas y los mexicanos.
Actualmente no solo vemos como la corrupción no disminuye en nuestro país, sino que se mantiene impune y se adapta para sortear los nuevos controles internos de control y permanecer fuera de la debida fiscalización.
De vuelta en 2018, a la culminación de una administración considerada altamente corrupta, todas las campañas presidenciales ofrecían terminar con la corrupción como eje principal de las administraciones venideras.
Al tratarse de un problema visible y reconocido, seremos testigos de promesas transexenales para erradicar la corrupción, pero la realidad siempre ha sido diferente y la corrupción permanece y se transforma.
De acuerdo con el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) de Transparencia Internacional, México sigue siendo el país peor evaluado en términos de corrupción de los 38 países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). En el G20, México ocupa la posición número 18 por encima de Rusia. Igualmente nos situamos con la misma calificación que Gabón, Níger y Papúa Nueva Guinea con 31 puntos de 100. Demostrando la actualidad de nuestro país en comparación con otros, en términos de corrupción.
En la actual administración hemos visto una proliferación de adjudicaciones directas y sobreprecios para la construcción, suministro y operación de distintos proyectos, lo que ha aumentado -al menos- la percepción de corrupción en los últimos años.
Igualmente, sigue sin aparecer una mano dura que pueda presumir de investigaciones y sanciones efectivas para los autores materiales e intelectuales de esta práctica. De la misma manera no hemos visto un efectivo reintegro al patrimonio nacional de los activos desviados.
En los últimos cuatro años, no hemos visto en acción la prometida estrategia contra la corrupción que por tanto tiempo ofreció en candidato Andrés Manuel López Obrador. Todo lo contrario, seremos testigos de una estrategia -cualquiera que sea- fallida y de nuevas prácticas con los mismos e históricos personajes corruptos en todos los niveles del ejecutivo federal. Lamentablemente, culminará un sexenio más en la historia de México y la corrupción prevalecerá.