Opinión

Basta apretar un botón

Foto: Getty

Para leer con: “Sunrise, Sunset”, de Minami Deutsch

Una de las métricas de la modernidad es el botón.

En él se refleja también el estado oprimido de una estado y la firmeza del que pone el peso en su dedo al hacer clic: una especie de balance. O contrapeso que detonará efectos y consecuencias.

Lo que antes requería largas jornadas de trabajo y desvelo hoy se hace con un “Enter” o mediante el botón izquierdo de un mouse.

Pero la instrucción era estar con vida y no pasarnos de vivos. Hemos llegado a un extremo en el que un mal día un líder puesto por error u omisión se despierta de malas y con un botón acaba esta historia.

En un momento —y como al presionar un botón— los británicos despertaron con la noticia de haber aprobado el Brexit, causa indirecta del desastre financiero que tiene hoy al Reino Unido sin cabeza política.

Bastó otro botón en masa para meter y luego sacar a Donald Trump, quien ahora se le ve en pasarelas de tribunales pretendiendo salvar las vías para regresar al reflector.

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Ni hablar de la mini guerra mundial en la que Putin y sus aliados se emberrincha contra Zelensky y sus aliados en la que, no vaya a ser mal día para que se apriete un botón.

O el botón emocional, de género y de lógica protesta mundial que encendió la muerte de Masha Amini en Irán y que reverbera en el mundo.

También con un botón en forma de gatillo somos amedrentados en México quienes buscamos una relación elemental de convivencia

Con un botón Biden intenta calmar los precios de la gasolina liberando 15 millones de barriles de sus reservas.

Al revisar internet, con un botón se accede a la denuncia de Beatriz Gutiérrez Müller contra Ralph Lauren por el plagio de un sarape.

Bastará oprimir un botón del control para poder ver, en 29 días, uno de los mundiales de futbol más atípicos, pero más esperados.

Se necesitó apretar un botón final para hackear sistemas de información del ejército mexicano y con ello entender que es esa institución quien mueve los hilos en este país.

El mundo pende, no de un hilo, sino de un botón.

Los hay negros, azules, y por supuesto, rojos. También hay botones florales, de vestir, en elevadores y computadoras, en aires acondicionados y por supuesto, en controles remoto y hasta nucleares.

Un botón fue ideado con el propósito de ser pulsado. Apretar un buen botón conlleva —necesariamente— a tener que apretarlo de nuevo. Esta es la magia del mismo.

Y lo que sucede es que un botón nunca cede: siempre regresa a su posición original, esperando pacientemente a ser oprimido gracias a su oculto y secreto mecanismo.

Así emerge con soltura, como retando a su interlocutor a que lo apriete una vez más. Hasta que por alguna razón, el botón no dé más de sí.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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