Opinión

El acoso

Cuando una persona hostiga, persigue o molesta a otra, está incurriendo en algún tipo de acoso.

Cuando una persona hostiga, persigue o molesta a otra, está incurriendo en algún tipo de acoso. Este verbo se refiere a una acción que implica generar una incomodidad o disconformidad en otro.

El acoso, tal y como se define en el artículo 259 bis del Código Penal Federal, es un delito; establece las penas para quienes acosan o acechan con fines lascivos.

Esta es una conducta que está normalizada y no ha sido correctamente abordada.

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El acoso es una manifestación de discriminación y afecta a todos los géneros. Se esconde tras el secreto, la intimidación y en muchos casos, tras un velo que cubre el que alguien quiera obtener algo, cuando encuentra la vulnerabilidad de otro, y lo usa para satisfacer sus necesidades.

La incomodidad, es una herramienta relacionada con la intuición, juega un papel fundamental para detectar cuando alguien usa un lenguaje o una expresión que genera estas sensaciones, y que activa el sistema de alerta interno; hay que hacernos caso.

La palabra NO debería ser entendida como frase. Nunca debe ser negociada, porque la persona que elige no escucharla, está tratando de controlarte.

En los casos de hostigamiento, la persistencia solo prueba que esa persona es persistente, no debe confundirse con amor, o que seas especial; puede significar que esa persona, puede tener problemas.


Como fenómeno, aunque es multifactorial, algunas raíces tocan como se afronta la rabia, la frustración y la necesidad de ser mirados y necesitados, o si han sido acosados previamente, y ahora quieren mostrar su poder atosigando a otras personas.

Sucede que la razón interfiere generando un anestésico cuando entran las premisas:

“Estás exagerando; es muy amable no vayas a ser groser@. Nadie te va a creer; Vas a perder el trajo, tu lugar en el grupo; Necesitas alguien como yo, solo una copa, etc”.

Algo que surge de esto es el secreto, tantas veces decidimos no contar para no generar problemas, porque nos avergüenza y entonces, nuestro córtex orbital prefrontal comienza a estimular la idea de lo malo que podría ser contarlo. Esta parte está relacionada con la toma de decisiones, disparando las primeras señales del estrés.

En consecuencia, nuestra amígdala, parte fundamental del sistema límbico, se satura, generando un estado de alerta. Comienza aquí la irritabilidad y el mal humor. Afecta incluso cómo descansamos. Más adelante afectará el aprendizaje, la memoria y hasta el sistema inmunitario.

Hay qué decir que no todos los secretos son tan “graves”. Esto es porque no todo a lo que llamamos secreto se considera “secreto”. Algunas cosas son, solamente, privadas.


Como todas las cosas malas que no se dicen, no se reconocen, no se cuestionan, o incluso se reprimen activamente, se les permite supurar como una herida sucia, y dejan una impronta, permitiendo que las cosas continúen sucediendo. Cuando se trata de acoso, el silencio juega un papel principal para asegurarse de que el abuso continúe y continúe.

DZ

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