México es el país más inseguro para ejercer el periodismo. Una situación que preocupa y lastima profundamente. Es innegable que sin la labor que realizan los periodistas, no habría democracia en el mundo. Atentar contra ellos, contra su vida o restringirles sus derechos, es atacar a la democracia misma.
La violencia se ha convertido en la herramienta primigenia para censurar y dinamitar el trabajo periodístico, ya que se pone en riesgo la vida, la seguridad e integridad de quienes ejercen la libertad de prensa y de expresión.
La ONU ha señalado que los ataques de los que mayormente son víctimas los periodistas en México y en el mundo son: campañas de desprestigio, hostigamiento, allanamiento de sus centros laborales o de sus hogares, amenazas, agresiones físicas, criminalización, tortura, secuestro, desaparición y lamentablemente, asesinatos.
En lo que va del sexenio del presidente López Obrador han asesinado, al menos, a 65 periodistas. Según la organización Artículo 19, cada 12 horas, un periodista o un medio de comunicación es víctima de agresiones en nuestro país. Y según datos de la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión (FEADLE), de cada 100 delitos relacionados con la libertad de expresión, 91 quedan impunes.
En reiteradas ocasiones, organismos internacionales han llamado al gobierno federal a detener las agresiones en contra de los periodistas, sin embargo, la denostación no ha parado, por el contrario, cada día es más persistente.
El ataque del que fue víctima recientemente en periodista Ciro Gómez Leyva, es el claro ejemplo de que la estigmatización y los señalamientos que se hacen desde el micrófono presidencial, tienen consecuencias.
Y lo que de manera indolente ha hecho el presidente López Obrador en su conferencia matutina de este lunes, muestra su rostro más ruin. Los ataques que de manera sistemática se realizan desde Palacio Nacional en contra de los periodistas y los medios de comunicación, está exponiéndolos innecesariamente a un clima de violencia.
A quien debería atacar el primer mandatario de este país es a los delincuentes, no a los periodistas.