Hermanos que se dediquen al mundo de la música hay muchos: pienso por ejemplo en los Jackson 5, en donde el pequeño Michael se destacó por su voz y manera de bailar. Una historia trágica, debo decir, y en donde años después se supo del maltrato que los hermanos sufrían cuando formaron la agrupación.
Un caso más curioso es el de Pimpinela: Lucía y Joaquín eran adolescentes cuando su madre les sugirió que cantaran juntos. Como suele suceder con los hermanos, al principio les desagradó la idea de formar un dueto aunque lograron incorporar un estilo teatral y dramático a sus canciones.
En sus primeras presentaciones todos pensaban que ellos dos eran una pareja sentimental aunque se encargaron de desmentirlo rápidamente.
Un caso más reciente es el de las hermanas Hanna y Ashley, Ha*Ash, exitosísimas, que desde los cinco años comenzaron a armonizar juntas en los coros de la iglesia. Y así me puedo seguir: los hermanos Cano del grupo Mecano, los hermanos Gallagher de Oasis y qué decir de José Luis y Raúl Ortega, de Río Roma. A esta lista hay que agregar a los hermanos Huerta: Jesse y Joy, que verdaderamente se han convertido en unos favoritos del público mexicano.
Jesse y Joy comenzaron desde muy pequeños. Él es unos años más grande que ella y puedo imaginarlos en su casa, Joy cantando y Jesse tocando su guitarra. A Joy no le parecía eso de pararse frente a su familia a dar show y a veces ha confesado que se escondía.
Lograron acoplarse y su primera composición se llamó “Llegaste tú”. Pienso que si bien tienen una confianza a prueba de balas, también debió ser difícil compaginar sus vidas privadas y el proceso creativo para entregarnos sus canciones.
Su bautizo musical vino de la mano de unos grandes: Sin Bandera, que vieron en ellos una veta de talento increíble y no se equivocaron. El éxito vino de trabajar duro y de encontrar la manera de conectar con su público.
Me platicaban de su proceso creativo: Joy hacía la comparación de la creación de un disco dentro del estudio como cuando preparas un platillo exquisito y te vas tomando tu tiempo. Luego viene el momento de saborearlo, es decir, cuando están frente a su público.
Ambas cosas se disfrutan de diferente manera. Jesse me contaba que muchas veces van de gira preparando las canciones, entre fecha y fecha, platicando hacia dónde quieren llevar su nuevo material.
Lo que tiene este par de hermanos es que transmiten una vibra diferente en sus presentaciones: la gente va a disfrutar sin importar su edad, desde los más jóvenes hasta los enamorados de toda la vida: “En nuestros conciertos es como una fiesta, puedes ver desde gente que está tomando su chocolate caliente hasta lo que le entran al tequila”, me dijeron entre risas. En unos días comenzarán sus fechas en el Auditorio Nacional: cuatro llenos totales para Jesse & Joy, como parte de su gira “Clichés”.
Y esto es algo que no suelo contar, pero que me conmovió mucho: el día que pude platicar con ellos Joy estaba un poco enferma de la garganta y por momentos se veía afectada.
En ese momento Jesse tomaba la palabra en lo que su hermana se reponía; muy cariñosos, cuidándose uno al otro. Y mientras los veía pensaba, ¿no son para eso los hermanos?.