Opinión

El Cómo, en lugar del Qué

El problema es que nos concentramos mucho en los “qué” y no tanto en los “cómo”, y agregaría uno más importante: en el “cómo sí”

Conmemoramos, porque no hay nada que festejar, y todavía falta mucho para asegurarnos de que habrá espacios, públicos y privados, libres de violencia para las mujeres mexicanas. Sin embargo, este 8M demostró que a la protesta legítima se le suman propuestas y una manifestación pacífica de necesidades y reclamos.

Dicen que la mejor forma de saber lo que ignoramos de nosotros mismos es hablar con alguien que piensa distinto. Sin embargo, todos los días parece que preferimos quitarnos la oportunidad de dialogar y solo oponer nuestros puntos de vista que, cuando profundizamos un poco, nos damos cuenta que pedimos justamente lo mismo.

¿Quién podría estar en contra de mejores condiciones de vida, de educación, de salud, de derechos, seguridad y respeto hacia las mujeres? Creo que nadie.

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El problema es que nos concentramos mucho en los “qué” y no tanto en los “cómo”, y agregaría uno más importante: en el “cómo sí” podemos encontrar soluciones a nuestros conflictos.

Claro que tenemos el derecho de protestar y de manifestar nuestra opinión libremente, pero ¿cuáles son nuestras propuestas? No hablo de las de los gobiernos, me refiero a las de nosotros como ciudadanos corresponsables de cambiar lo que nos afecta.

Hagamos un ejercicio rápido en casa y evaluemos ¿le damos un trato digno a las mujeres de nuestra familia? ¿Brindamos las condiciones para un entorno sin violencia, sin abusos y de tolerancia en casa, en el trabajo, en la escuela y en los espacios comunes que compartimos?

¿Los varones colaboramos con las tareas del hogar y asumimos responsabilidades por igual? De las respuestas que obtengamos podemos medir qué tanto estamos contribuyendo a reducir, desde nuestro entorno, la violencia contra las mujeres.


No solo eso. También nos ayudaría a identificar los parámetros con los que juzgamos a otras personas, particularmente con las que diferimos en formas de pensar y de actuar.

Si algo hemos logrado como sociedad es en formalizar un conjunto de derechos que nos permiten hacer realidad muchas libertades. Donde varios de esos derechos no existen, son considerados como lugares atrasados, fuera de la época que vivimos y dañinos para la población. Estaremos de acuerdo, o no, con algunos, pero los aceptamos, los adoptamos y convivimos a partir de estos.

Nadie dice que es fácil cambiar las cosas, sin embargo, hemos comprobado que la persistencia civil es una de nuestras cualidades más eficaces y mantener la convicción de que tenemos que avanzar hacia un Estado de Derecho en el que se respeten a mujeres, adolescentes, niñas, niños y adultos mayores, es producto de una lucha de años que se veía muy difícil de conseguir.

Preguntemos cuáles son nuestras acciones, no solo cuáles son nuestras reacciones a los problemas que enfrentamos. Analicemos qué nos toca y hagamos lo que nos corresponde, no solo lo que consideramos suficiente.

Podemos influir mucho en comportamientos y en hábitos sociales que son la causa de las protestas que vivimos hace unos días por el 8 de marzo. Juntos tenemos la responsabilidad de una educación diferente, respetuosa, que coloque en igualdad a mujeres y hombres desde la cuna.

Se lo debemos a miles de víctimas que han perdido la paz y la vida a lo largo de las últimas décadas y a las que hemos podido salvaguardar y rescatar, gracias a que hemos hecho lo que en ese momento se requería.


Pasemos de la protesta a la propuesta y a la acción en lo que nos atañe directamente. Seamos ejemplo y, si se puede, referente de lo que puede ser una sociedad igualitaria. Veamos los cómo y dejemos ya los qué.

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