“Las niñas no se tocan, las niñas no se tocan, las niñas no se tocan” Este fue un canto constante que escuchamos hace 1 semana en la marcha feminista del 8 de marzo, donde más de 250 mil o quizá hasta más, dado que fue un flujo de 9 horas de mujeres marchando de la Estela de Luz al Zócalo, que no las 90 mil que el Gobierno de la CDMX afirma que fuimos.
Las niñas no se tocan encierra una poderosa realidad de lo que las mujeres mexicanas sufren desde pequeñitas. Niñas que son sometidas a una violencia que no entienden y que les resulta ajena, muchas desde los 2, 3 y más años. Violencia que muchas veces es compartida, escondida o promovida desde el seno familiar.
Violaciones, acoso, maltrato físico y psicológico, abusos de todo tipo, y una enorme lista de cosas que no debería vivir una niña, son los secretos más comunes de las familias mexicanas. Es por ello que esta marcha feminista estuvo tan marcado de un tenor diferente. Niñas que levantan la voz exigiendo un alto a la violencia que ellas mismas, gracias a esto, ya reconocen y buscan evidenciar.
México está en deuda con las niñas, niños y adolescentes. Su derecho a la vida, no está siendo garantizado ni protegido. En México como país que integra la OCDE, ocupamos primer lugar en violencia sexual en contra de niñas, niños y adolescentes (OCDE, 2019). La mitad de delitos sexuales son cometidos en el hogar y el 60% de las veces por parte de familiares o personas conocidas, hombres en casi todos los casos.
De acuerdo a la CEAV, el abuso sexual infantil, tiene impactos emocionales y físicos en niñas, niños y adolescentes y muchos de ellos forman parte de las enormes exigencias de feministas que año tras año tomamos la ciudad. Sin justicia y con dolor
De las diversas formas de violencia sexual sufridas por las niñas, niños y adolescentes en México sin lugar a duda una de las más preocupantes es la explotación sexual infantil, delito que se estima tiene alrededor de 20.000 víctimas anuales en el territorio nacional y del cual los adolescentes entre 14 y 17 años son los más afectados. Y esto ocurre en muchas calles de la capital sin que realmente haya consecuencias o algo que los detenga. El abuso de niños y niñas de las cosas más normalizadas que dejamos pasar como parte de la realidad violenta de todos los días.
Siete niñas, niños o adolescentes son asesinados, esto sin contar los múltiples casos que no son identificados ni denunciados. La cultura del silencio marcándonos constantemente
Una violación tiene secuelas en corto, mediano y largo plazo. Ocurriendo que si no es tratada de manera oportuna por expertos dañará la vida de las y los niños que los sufren marcándolos hasta la adultez. Por ello esta columna tiene el objetivo de señalar que si 1,780,113 de niños y niñas capitalinos están expuestos a esto, es justo y urgente hacer algo para cambiar y evitar su dolor.
Un dolor que nos persigue a todos, como cómplices de acción o inacción de situaciones. Las y los niños no se tocan porque son el 19% de la población CDMX y nuestro presente y nuestro futuro. Futuro de una nación que viola, ultraja y luego calla. ESTO DEBE PARAR.