En cuestión de horas hemos sido testigos de lo que el odio provoca. Norma Lizbeth fue asesinada por odio, y la ministra presidenta Norma Piña, fue linchada en una plaza pública por odio.
Dos mujeres, dos escenarios donde el odio era aplaudido por los espectadores, dos momentos que hacen explícita la violencia contra las mujeres, dos Normas.
Una lamentablemente ya no está entre nosotros, le arrebataron la vida por su color de piel; y la otra, fue agredida por defender la independencia del Poder Judicial, los ahí presentes la quemaron simbólicamente por defender la autónoma de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
No habíamos terminado de digerir la brutalidad con la que Norma Lizbeth fue atacada, cuando en el Zócalo de la Ciudad de México, los simpatizantes del régimen actuaron contra Norma Piña, como si estuviéramos en los tiempos de la Inquisición.
El odio es brutal, el odio incita a la violencia, el odio enferma a la sociedad, el odio domina la mente y la lleva a cometer atrocidades. Ahí están las imágenes de las dos Normas siendo atacadas por un grupo de personas, que además hacían algarabía del odio.
Un odio que en el caso de la ministra presidenta, surge desde el púlpito mañanero y termina con un linchamiento en un acto político del partido en el poder. Un linchamiento en un país donde diariamente 10 mujeres son asesinadas.
En el caso de Norma Lizbeth, el odio era latente en su presunta agresora, que viendo la vulnerabilidad de su víctima no se detuvo, pero también están sus compañeros y compañeras, que como espectadores gritaban que la golpeara más.
El odio incita a matar, a agredir, a humillar, a vapulear, a violentar, a atacar, a discriminar, a lacerar, a menospreciar, a segregar, a manipular, a mentir, a linchar, a dividir, a politizar, a lastimar al otro.
Si no paramos este odio no habrá vuelta atrás, porque cuando el odio invade nada lo detiene ni lo contiene; porque el odio paraliza la mente y la venganza cobra factura, una factura muy cara que destroza vidas.
Ninguna de las dos Normas tenía que ser agregedida con esa brutalidad y odio, ninguna merecía ser exhibida con hostilidad, ni dolo.
Hace dos semanas, el 8 de Marzo, mujeres, niñas, adolescentes y jóvenes marcharon en todo el país por un México libre de violencia en contra de nosotras; caminaron calles y avenidas para exigir seguridad, y hoy, dos mujeres de nombre Norma, han sido agredidas públicamente.
¿Dónde está la sororidad que tanto pregonamos?, ¿Dónde están las mujeres que exigen justicia pero aplauden el odio?, ¿Dónde están las que se dicen defensoras de las mujeres pero guardan silencio?, ¿Por qué habemos mujeres incitando al odio?
Hoy como nunca las que decimos ser sororas y defensoras de nuestros derechos debemos levantar la voz por Norma Lizbeth y por Norma Piña. No podemos quedarnos de brazos cruzados cuando por odio somos agredidas.
Las mujeres tenemos la obligación de protegernos entre nosotras, de darnos la mano, de ser solidarias si es que queremos romper techos de cristal y acabar con el patriarcado, o de lo contrario, cada día habrán más mujeres asesinadas por el hecho de ser mujeres, el bullying seguirá cobrando vidas y el linchamiento público resurgirá