A los seres humanos por lo general nos gusta que todo se haga “a nuestra manera”. Queremos estar en total control de todo cuanto ocurre en nuestra cotidianeidad. Somos dueños y amos de prácticamente todo lo que ocurre a nuestro alrededor y eso se debe a que fuimos criados y educados para ser entes totalmente individualistas. Calculamos y manejamos a nuestro antojo hasta el más mínimo detalle de aquello que nos sucede en el día a día. Es como si estuviéramos dotados de una especie de “control remoto universal” provisto con infinidad de botones para que apretemos el adecuado y así todo se haga como deseamos y como queremos.
Sin embargo, cuando se nos presenta un escenario adverso que golpea nuestras principales estructurales emocionales, nuestra existencia se tambalea e incluso se derrumba. Un claro ejemplo de ello es cuando llega la ruptura de una relación sentimental (un noviazgo o un matrimonio), sobre todo cuando consideramos que somos protagonistas de una historia de amor como las de las telenovelas y, por ende, en nuestro consciente percibimos que todo es miel sobre hojuelas aunque la realidad nos muestra que no es así.
Somos pocas las personas que verdaderamente sabemos enfrentar con madurez, aplomo e inteligencia (mental y emocional) cuando nos truena nuestra pareja. Por lo general, cuando esto sucede caemos en pánico, nos desesperamos y dejamos que la negación se adueñe de todo el panorama. No entendemos de razones y nuestra capacidad de análisis se reduce prácticamente sabemos. No sabemos cómo actuar y mucho menos sabemos cuáles son las mejores decisiones que debemos tomar para lidiar con un contexto como éste.
Cuando una relación se termina, pero sobre todo cuando es tu pareja quien decide dar por terminado ese vínculo, a lo primero que nos vamos a enfrentar es al dolor y a la incertidumbre, sobre todo cuando esta ruptura ocurre cuando no te la esperabas, cuando literalmente tienes la guardia abajo. Por eso es que reaccionamos abruptamente e incluso irracionalmente. Porque de algún modo sentimos que estamos siendo traicionados por la persona a la que más amamos en este universo y que a su vez fue la depositaria de todas nuestras esperanzas por obtener el bienestar y la tranquilidad… aunque ese es otro tema del que hablaremos en otra ocasión.
Ciertamente si la otra persona ya está decidida a terminar la relación (si lo está solicitando es porque así conviene a sus intereses, eso es lo primero que debes entender) de nada te servirá hacer dramas y comportarte como un niñ@ berrinchud@ que quiere que todo se haga a su voluntad y a su manera. Entiende (y para eso vas a requerir de madurez, mucha madurez) que lo que se espera de la gente adulta es que se comporte y reaccione de forma racional y mesurada, por lo que en una primera instancia escucha con atención los argumentos de la persona que te está proponiendo la terminación de la relación. Y una vez que escuchaste y analizaste todos los planteamientos, aprovecha esa oportunidad para demostrar que has entendido y aunque la situación no es la que esperabas para ti, muestra empatía y respeto. Se acabó y punto.
Enseguida, lo que tienes que hacer es tratar de recuperar la estabilidad en todos los aspectos de tu vida y puedes empezar a hacerlo recordando cómo vivías antes de conocer a esa persona con la que ya no estás. Sé inteligente y aléjate de él/ella, no le acoses con llamadas, mensajes o apariciones súbitas, no fastidies sus redes sociales o a sus familiares y amigos. No hagas lo que no te gustaría que hicieran. Pero, sobre todo, empieza a fluir y permite que esa relación que recién terminó tenga un cierre para que no tengas que cargas con ciclos inconclusos que te impedirán, eventualmente y más adelante, encontrar algo mejor para ti.
Yo sé que todo esto que les acabo de decir suena mucho más sencillo leerlo que hacerlo, pero creánme que vale mucho la pena intentarlo, porque al final del día las personas más importantes en su vida deben ser ustedes mismos.