Opinión

Paz y consenso

Los políticos toman decisiones legitimadas por el derecho, pero eso no significa que se busque la paz

Platicando con un querido amigo y abogado, surgió el tema de lo que se hace por y en nombre de la justicia. Él mencionó el “mandamiento”cuarto del Decálogo del abogado de Eduardo Couture que a la letra reza: “Procura la justicia: Tu deber es luchar por el derecho; pero el día en que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia”… Traigo esto a colación solo para hacer la misma analogía pero con la paz.

El hecho de que se cuente con una mayoría en el Congreso de la Unión o que se tenga el control del aparato coercitivo del Estado permite a los políticos tomar decisiones legitimadas por el derecho, pero eso no significa que se busque la paz. Por citar un ejemplo: si se da el caso de que en una República democrática la gran mayoría vote por restringir las libertades individuales quizá se esta actuando conforme a derecho porque están ejerciendo su mayoría conforme a la ley, pero al mismo tiempo se está atentado contra la paz.

De aquella plática pienso que al hablar de paz tenemos que poner el consenso como base. En el caso de México esto toma especial relevancia por la polarización que se ha fomentado por la misma clase política, tal y como sucede en otros países de América Latina como Argentina, cuyas condiciones sociopolíticas siguen siendo un caldo de cultivo para líderes extremos y carismáticos. Según el reciente estudio Edelman Trust Barometer, casi el 50% de los mexicanos consideraron más dividido al país en la actualidad que anteriormente. Además, México se encuentra próximo a estar en la lista de los países más polarizados del mundo.

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Si se deja la resolución de problemas al arbitrio de la ciencia evitaríamos la inestabilidad institucional y los dimes y diretes respecto a la verdad. Ello implica hacer un análisis profundo de las medidas que se tomaron anteriormente y construir sobre ellas. Un claro ejemplo en esta administración por ejemplo, fue la insensible eliminación del Seguro Popular que dejó sin servicios de salud a 50 millones de mexicanos y el rotundo fracaso del INSABI. Un servidor coincide con que el seguro popular era perfectible y que tenía bastantes problemas que resolver, pero ello no justifica que bajo la premisa de que no servía se haya demolido. Sin servicios de salud las personas no solo devenimos pobres, sino que todo lo demás pierde sentido.

Rescato también de mi amigo la necesidad de buscar la justa medianía, el análisis crítico y el debate para ofrecer a la ciudadanía un nivel de vida digno. Eso no podemos cumplirlo si ni siquiera hay lo elemental: seguridad. Seis de cada diez mexicanos se siente inseguro según la reciente Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía. Y mientras en México no logra haber un acuerdo respecto a la estrategia de seguridad, ya que se apela a “los abrazos y no balazos” basados en teorías de causalidad y no en los aspectos multifactoriales de la violencia misma. No basta con estudiar las causas de la violencia si al mismo tiempo están asesinando, desapareciendo y mutilando a personas impunemente.

La paz implica trabajar en conjunto por erradicar la pobreza y la desigualdad, proteger el medio ambiente y el fortalecer la educación. Son numerosos los problemas que requieren la puesta en común de ideas y la búsqueda de soluciones conjuntas. Sin el consenso político, se corre el riesgo de que los intereses partidistas primen sobre el bienestar colectivo, obstaculizando así el avance del país.

De una u otra forma, la realidad del país me traen de vuelta a muchas conversaciones que como aquella con mi amigo, agitaron mi consciencia. Más allá de lo que se dispute como verdad, es que sólo somos fragmentos de una historia que será contada en diferentes versiones. En el camino queda aferrarnos a lo que decidimos que le diera sentido a nuestra vida y ello no se consigue sin paz. Pero no paz como ausencia de conflictos, sino cómo la promoción de la armonía, la justicia y la convivencia. Esa es la verdadera transformación de las relaciones sociales, aquella que se erige en el reconocimiento de la dignidad humana y la promoción de valores como la tolerancia y la cooperación.


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