Resolver la violencia de género es la deuda histórica de México. Con once feminicidios diarios, desapariciones forzadas, violaciones, violencia intrafamiliar y un sinfín de agravios más no se puede avanzar en el país.
Lamentablemente, desde el poder y los diferentes niveles de gobierno, hay poco compromiso con solucionar este grave problema. Lo vemos, por ejemplo, en algo clave: los presupuestos asignados a la prevención. Que en lugar de incrementar, disminuyen.
También en la política escasa coordinación institucional, es decir, que a veces con las revanchas políticas suelen ser tan selectivas en los casos a resolver que terminan en una desorganización terrible con tal de llevarse “medallas” por color.
También tenemos pocas campañas de educación y sensibilización para que tanto mujeres como hombres tengamos una base de conocimiento sobre lo que significa la violencia, cómo detectarlo, cómo denunciar, cómo acompañar y sobre todo: cómo no caer en las relaciones violentas.
En la parte de la denuncia, tenemos que reconocer que aunque haya mecanismos, existen desigualdades estructurales que tenemos que resolver. Si una mujer no tiene dónde dejar a sus hijos e hijas para confrontar un proceso, si no cuenta para pagar un servicio de defensa, si no tiene ni para el camión, entonces, ¡aunque tengas el mejor y más eficiente sistema de denuncia!
Pienso que en el futuro si no resolvemos integralmente, nos va a rebasar.
En todos los sectores pasa lo mismo. Las mujeres somos las más afectadas. Por eso mismo, estamos viendo hoy más que en ninguna otra época de la historia de México una sola voz de reclamo.
Es en femenino, es por la paz y la justicia y es de apuesta a un futuro en donde nosotras podamos llegar juntas a solucionarlo desde cada una de nuestras trincheras.