Tres sucesos en los últimos quince días dan cuenta de la importancia de la ultraderecha en la vida de Europa y América Latina: Geert Wilders ganó las elecciones en Países Bajos; en Irlanda, grupos ultraconservadores provocaron disturbios callejeros, y el 18 de noviembre pasado Javier Milei triunfó en la segunda vuelta de los comicios presidenciales en Argentina.
Un grupo de investigación encontró que en 2022 el 15 por ciento del electorado votó por partidos de extrema derecha. Esta proporción era de menos del 10 por ciento en 2005. En más de la mitad de los países del Viejo Continente, los partidos de extrema derecha ya son la segunda fuerza política. Hay coaliciones que incluyen a los ultras en Suecia, Finlandia, Letonia y Eslovaquia. En Italia, un bloque integrado por conservadores y postfascistas está al frente del Gobierno. Alternativa para Alemania (de ultraderecha) aumentó su popularidad en las encuestas y ganó espacios locales. En América Latina, en Chile, el Partido Republicano obtuvo la primera mayoría en el Consejo Constitucional que redactó el texto fundacional que se someterá a votación el próximo 17 de diciembre. En Perú, el ultraconservador partido Renovación Popular está al frente de la alcaldía de Lima y cuenta con presencia en el Congreso.
En 2024, más de la mitad de la población global celebrará elecciones. En Europa se renovará el Parlamento, con la posibilidad de que aumente la presencia conservadora. Según sondeos recientes, los candidatos de la derecha radical podrían pasar de tener 130 escaños a 180 —de un total de 751— después de los comicios de junio del próximo año. Esto modificaría el balance de fuerzas que tradicionalmente ha dominado la centro-derecha. Asimismo, en Francia, Portugal y Austria la ultraderecha avanza en las encuestas. Según analistas, el apoyo a estos partidos no aumentó de manera significativa, sino que el grupo de personas que los tolera se elevó, lo que se refleja en que más votantes se inclinan por esta opción política en segundas vueltas electorales.
Personajes de la politología y la historia han proporcionado varias explicaciones del aumento en la fuerza de la derecha radical. Una posibilidad es que estas formaciones dan cauce al enojo de la sociedad, insatisfecha con el estado de las cosas. Esta frustración encuentra eco en una propuesta de ruptura con el sistema político. La fuente de este malestar social es variable. En algunos países, como Argentina o Brasil, el descontento tiene su origen en causas nacionales. En cambio, en Estados Unidos, Hungría o el Reino Unido (este último, respecto al Brexit) la reacción surge ante acontecimientos o tendencias internacionales. La procedencia del líder tampoco es uniforme. Alguien extraño al régimen puede irrumpir en la escena política al frente de un nuevo movimiento, o bien, un partido tradicional puede incorporar a una candidata o candidato radical a sus filas.
Otra explicación del ascenso de la ultraderecha está en la oferta política existente. En este sentido, líderes ultras enarbolan ciertos temas que preocupan a grupos de la población —como la inmigración en Europa o la defensa de valores conservadores en América Latina—, que los partidos tradicionales no incluyen en sus plataformas. En los casos de las victorias de Wilders y Milei, ellos supieron responder a la percepción de una identidad amenazada y el resentimiento de sectores de la población que se sentían excluidos.
Hacia adelante hay diversas posturas. Voces expertas señalan que este tipo de movimientos puede seguir en ascenso en Congresos o Ejecutivos. Otra posibilidad es que los partidos tradicionales de derecha adopten las demandas radicales en aras de incrementar su fuerza respecto a las posiciones ultraliberales. Bajo esta visión, el Estado se desentiende de la provisión de servicios básicos, la solidaridad pierde valor entre la población y la cohesión social se resquebraja. Una visión alternativa es que esta expansión de la ultraderecha enfrentará una barrera, como muestran los resultados electorales recientes en España o Polonia.
Para las fuerzas políticas tradicionales es importante reflexionar por qué estas opciones radicales parecen atractivas y por qué hay grupos que se sienten excluidos del sistema político. Como escribí recientemente, en América Latina la izquierda enfrenta el reto de asegurar su continuidad con políticas públicas que respondan a las demandas sociales, a fin de construir un Estado de bienestar para toda la población.