El filósofo y escritor fancobritánico François-Marie Arouet (1694-1778), quien en vida utilizó el pronombre de Voltaire, solía decir que “no hay mejor almohada que una conciencia tranquila”. Este aforismo, que al día de hoy no pierde vigencia, nos ubica en la circunstancia de cómo es que la condición humana nos permite a todos por igual en nuestras vidas la posibilidad de elegir proceder en nuestra cotidianeidad de manera correcta y siempre obrar en beneficio propio de los demás.
La analogía referida por este célebre personaje nos exhorta a todos los seres humanos a que desde lo más simple hasta lo más complejo hombres y mujeres por igual debemos intentar comportarnos siempre de acuerdo a los mejores valores morales que se nos inculcaron y que aprendimos para que, de esta manera, nuestra existencia no transcurra entre problemas, envidias, rechazos, ingratitudes…
Para poder adquirir o tener “una conciencia tranquila” todos y cada uno de nosotros debemos y tener que ser individuos empáticos, solidarios, corteses, nobles, bien intencionados pero, sobre todo, educados con nosotros mismos y con los demás. Tratar bien a nuestros semejantes, sin pensar en jerarquías o escalafones sociales y más allá de estereotipos siempre va a hablar bien de una persona cuyas acciones se alejan de la prepotencia, la arrogancia, la agresión y la antipatía.
Por lo tanto, y bajo este contexto, podemos echar mano de otro antiguo aforismo que nos dice que “se atrapan más moscas con miel que con hiel”. Y ciertamente el trasfondo de esta popular frase nos dice que tendremos muchísimas más posibilidades de ser mejores individuos si echamos mano tanto de la educación como de las buenas maneras (ambas son cosas muy distintas, aunque son primas hermanas) y en nuestro día a día en todo momento vamos a tener un sinfín de oportunidad para actuar correctamente. Ser buenos con nosotros mismos y con los demás, empero, es como tener una cuenta bancaria que constante y permanentemente nos va a generar muy buenos dividendos; mientras que, por el lado contrario, si somos sujetos antipáticos y mala onda, pues vamos a tener mermas y pérdidas.
Cada uno de nosotros tenemos al alcance de nuestra mano mil y una oportunidades (algunas sencillas y otras inconmensurablemente grandes) para ir generando poco a poco una especie de “capital emocional” que al final del día nos va a permitir acumular el aprecio, el respeto y las buenas intenciones de todas las personas que nos rodean y, eso, créanme, termina teniendo muchísimo más valor e importancia que tener millones de dólares o las posesiones materiales más envidiables.
Asimismo, las personas que transcurren su día a día entre buenas acciones muy difícilmente van a encontrar motivos o razones para amargarse la vida y eso también les va a consolidar una sanidad tanto mental como emocional que les permitirá generar buenas acciones que, acumuladas, producirán un efecto bola de nieve positivo en todas sus actividades. Quien está ocupado en haciendo cosas apasionantes y productivas no tiene tiempo para amargarle la vida y fastidiar a los demás.
Invierte en el buen trato a los demás, has de la amabilidad tu divisa principal y siempre vivirás rodeado de tranquilidad.