Opinión

No más matrimonio infantil en comunidades indígenas

México ocupa uno de los primeros ocho lugares del mundo de matrimonio forzado infantil

Me congratula enormemente que por unanimidad hayamos aprobado en el Senado la prohibición del matrimonio infantil en comunidades indígenas. Jamás, nunca, se podrá justificar está barbarie bajo el precepto de usos y costumbres.

Confío en que en la Cámara de Diputados sea avalado también por unanimidad, ya que es un vieja demanda de las niñas, niños y adolescentes, no solo de las comunidades indígenas, sino de todo el país.

México ocupa uno de los primeros ocho lugares del mundo de matrimonio forzado infantil, no es un hecho que suceda aislado o que se dé solamente en algunas comunidades, no obedece a los usos y costumbres, es consecuencia de los abusos y del no reconocimiento en niñas, niños y adolescentes como sujetos de derechos, sino de una mirada patrimonialista en donde se comercia con sus vidas.

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El matrimonio infantil es una lucha que hemos dado todos los partidos, porque las niñas, niños y adolescentes no tienen partido, tiene derechos, y este derecho que está salvaguardado en la Constitución es totalmente atropellado cuando se consienten estos matrimonios forzados.

Estas realidades no pueden seguir permaneciendo como parte de una costumbre y, mucho menos, como si fuese algo natural.

En nuestro país, de acuerdo a las cifras oficiales de este gobierno, una mujer es violada cada media hora, y esta noche siete niñas y siete niños no volverán a su hogar; desaparecerán siete niñas o siete niños el día de hoy, y esta noche habrá siete hogares que probablemente no las volverán a encontrar jamás.

Quienes deben de ser castigados, son quienes forman parte de esta red que compran como objetos a las niñas, niños, adolescentes; pero desafortunadamente, quienes son sancionadas, castigadas, doble o triplemente violentadas son las niñas, niños y adolescentes.


Quiero decirles a ellas y ellos, que hoy sus voces se están escuchando y que seguiremos trabajando para salvaguardar su interés superior.

Si solamente nos pusiéramos cualquiera de nosotros o de nosotras en los zapatos de esa niña, de ese niño o de ese adolescente, veríamos con horror el hecho de estar siendo parte de un comercio humano en donde se escuchan las carcajadas y los alcoholes de aquellos criminales que brindan porque han vendido a una niña, a un niño, a un adolescente.

Hago votos porque en México el matrimonio infantil quede abolido para siempre, y que nunca más una niña, niño o adolescente sea forzado a ello.

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