Anónimo
Las personas que viven un trastorno mental y se extravían en la calle, han quedado excluidas de todo y de todos. Mientras deambulan por las calles, a veces por años y años, en un mundo de pobreza y de violencia, pasan frente a nosotros sin ser vistas. Nos acostumbramos a volverlos invisibles y evitamos su mirada refugiándonos en un mundo de juicios y prejuicios.
Les cuento una experiencia:
Tengo un hermano que se perdió por muchos años en la calle. Lo encontré en un Centro de Asistencia, después de haber desarrollado un severo problema de salud mental. Por muchos años he compartido mis emociones, mis sentimientos y mis experiencias con otras familias y personas, en condiciones parecidas, que son sensibles a este tema.
La calle es un lugar difícil. El otro día vi en mi barrio a una chava que pasaba diciendo groserías, muchas groserías. La señora que vende pollo le aventó agua. Entonces me acerqué y me quedé parada. Tenía miedo de la reacción de la señora del puesto, no de la chava. Le dije que eso no se hace, que tal vez está enfermita, que tengo un hermano enfermo y que no me gustaría que le hicieran eso. Le pregunté a la señora del puesto, ¿oye, por qué la mojaste?”, y le dije, “no la mojes, no sabes en qué situación está la señora”. Y ella me preguntó, “¿qué es tu familiar o qué?” Le digo que ni la conozco. Entonces la chava se volteó, me vio y me preguntó, ¿qué eres mi hermana? Y le dije “si tú quieras que lo sea, lo soy”. Entonces dijo, “Ay, si te quiero de hermana”, me agarra la mano, le pregunto para dónde va. “No se dónde vivo”. Le pregunto si quiere un taco, le compro unas quesadillas y me dice, “gracias, hermana, luego te vengo a ver”. Le digo que vivo en la Unidad, al fondo y le doy el número, le digo que puede venir cuando quiera, que si quiere puede bañarse y nuevamente me dice,” gracias, hermana”.
Le pregunté a un hombre joven, un chavo de la calle, como él dice, con todos los estragos físicos, mentales y emocionales causados por la violencia y el abandono, “¿quieres decir algo para que lo lea la gente, algo que pueda ser útil?” La respuesta es inmediata. “Si quieres una comunidad feliz y alegre, trata bien a los que menos tienen. A pesar de su apariencia y aspecto, ellos también son personas que necesitan de nuestro afecto. En lugar de hacerles el feo o discriminarlos, mejor ayudarlos, invitarles un taco, un pan, un refresco o comprarles un mazapán. Para la persona que vive en la calle esto es valiosísimo”.
Mirarlos les devuelve su ser personas, y a nosotros nos devuelve la dignidad.
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En colaboración con Jorge Perez/María Ortega especialistas en Terapia familiar, Psicología y Sociología, ambos con experiencia en Psicosis.
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