La humanidad se encuentra en un momento crucial de su evolución, una etapa que nos invita a trascender las limitaciones de la tercera dimensión y dar el salto hacia lo que se ha popularizado mucho como la “quinta dimensión”. Este concepto, que podría sonar esotérico para algunos, representa una transformación profunda en la conciencia colectiva, donde la unidad, la inclusión armónica, la compasión y el amor supremo se convierten en los pilares de nuestra existencia.
¿Qué significa realmente este nuevo estado de conciencia? Desde hace poco más de tres décadas, las enseñanzas de muchas tradiciones y grandes maestros espirituales, comenzaron a hacerse del dominio público, sosteniendo que, en la quinta dimensión, la separación y la exclusión quedan atrás. También que en este estado de conciencia la humanidad comienza a reconocer que, pese a nuestras diferencias superficiales, somos esencialmente una misma energía, una misma conciencia experimentando la vida a través de diversas formas.
En este nuevo paradigma, la discriminación por raza, género, ideologías, orientación sexual o cualquier otro motivo se disuelve en la comprensión de nuestra interconexión. La unidad no es sólo una aspiración, sino una realidad tangible. Así que la inclusión en la quinta dimensión va más allá de la simple tolerancia; es una inclusividad armónica que celebra y honra la diversidad como una expresión de la riqueza de la vida. Aquí, la compasión no es una emoción pasajera, sino un estado constante de ser.
Cada acción, cada pensamiento, está impregnado de una profunda empatía y comprensión hacia todos los seres. La compasión se convierte en la fuerza motriz que guía nuestras interacciones y decisiones, creando una sociedad donde cada individuo se pueda sentir valorado y apreciado. Un aspecto fundamental de la transición a la quinta dimensión es el acceso a una abundancia de recursos y oportunidades para todos. En este nuevo mundo, la riqueza no se mide sólo en términos materiales, pues logramos no confundir materia con materialismo, pero le damos también el espacio que merece, sin menoscabar el desarrollo de su papel en este plano, aunque un toque distinto es que la riqueza también se traduce en el bienestar emocional, espiritual e intelectual, propiciando una competencia positiva en la que nos sintamos inspirados por historias de éxito basadas en la plenitud.
El éxito deja de ser una competencia feroz y se transforma en una co-creación, donde cada persona tiene la oportunidad de realizar sus sueños y potenciales. También enalteciendo la armonía en el sentido ético y estético. Pero el hilo conductor o la esencia de la quinta dimensión de esta fase posterior al KaliYuga o etapa final descrita en el Mahabarata, es sin duda el amor supremo. Este amor va más allá de las emociones románticas y se manifiesta como un profundo respeto y aprecio por la vida en todas sus formas.
Es un amor que viene de dentro, no por estímulos externos, y nos impulsa a cuidar de nuestro planeta, de los animales y de nuestros semejantes con un sentido de responsabilidad y reverencia. Bajo los valores del amor supremo, construimos una sociedad basada en la colaboración, el respeto mutuo y la paz duradera. La transición hacia la quinta dimensión no es una utopía inalcanzable, ¡sino un camino que ya estamos comenzando a recorrer! Se trata de un cambio de conciencia que nos invita a vivir desde el corazón, a abrazar la unidad, la compasión y la abundancia como nuestras verdades fundamentales.
Este proceso requiere de nuestro compromiso y voluntad para dejar atrás las viejas estructuras de miedo y separación, y abrirnos a una nueva era de luz y amor supremo. Al embarcarnos en este viaje colectivo hacia la quinta dimensión, nos damos cuenta de que el verdadero éxito radica en crear un mundo donde cada persona pueda florecer armoniosamente con los demás y con el Universo y que lo que se oponga a esto estará destinado a desaparecer. La nueva humanidad 3.0 está naciendo, y con ella, la fe de un futuro de expansión y realización para todos. ¡Que así sea!