Por Claudia Ruíz
Nos encontramos ante grandes retos para enfrentar las crisis de nuestra era. Para quienes nos dedicamos a la salud mental es igual.
Durante siglos hemos separado a la naturaleza del hombre y sobre todo en los últimos 200 años. El daño que vemos en el planeta no es otra cosa que una radiografía de nuestro mundo interno.
Si esta problemática mundial la estamos causando los seres humanos, la ecopsicología es una respuesta al gran reto. Un movimiento social, intelectual y educativo relativamente nuevo que se ha esforzado por comprender y armonizar la relación de las personas con la Tierra.
Inicia en el ámbito académico y posteriormente se amplía al campo terapéutico y social con la finalidad de llevar la ecopsicología a la acción.
¿Por qué surge la crisis actual, la crisis climática, el daño al medio ambiente, y cómo se relaciona con la salud mental?
Zygmunt Bauman: filósofo, ensayista y sociólogo polaco-británico, escribió sobre la identidad en la modernidad. Siendo la modernidad líquida la manera de referirse a la sociedad, las relaciones y el contexto en que vivimos actualmente. Un mundo fluido y volátil, en el que la incertidumbre por la velocidad de los cambios, ha debilitado los vínculos humanos y su conexión con la naturaleza.
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Modernidad integrada por: industrialización, desarrollo de los medios de comunicación, la producción en masa entre otras cosas, así como la hiperconectividad a través de las redes sociales.
Esta forma de vida, ha producido generaciones “desconectadas” que en todo momento buscan estímulos externos que les quiten el aburrimiento, les eviten el esfuerzo y les proporcionen recompensas instantáneas. Entonces, el dolor, la necesidad, el hambre, la exigencia y el esfuerzo nunca llegan. ¡No se conocen!!!...
Vivimos en una sociedad llena de individuos agotados, frustrados y deprimidos. Aspecto que ha estudiado Byun-Chul Han filósofo coreano, en su concepto sobre la Sociedad del Cansancio. Un cansancio a solas, que aísla y divide ante un exceso de rendimiento y de positividad.
En los niños, se están perdiendo los juegos no estructurados al aire libre, en favor de las actividades con reglas y con pantallas de por medio. Evitando el juego al aire libre que proporciona desafíos físicos y emocionales que ayudarían a los niños a desarrollar resiliencia y autoconfianza desde un aspecto emocional, en un contexto abierto y libre en conexión con la naturaleza, se evitan por considerarse juegos riesgosos.
Ante estas formas de ser y estar, se va disolviendo el sentido de pertenencia y con ello también su conexión con la naturaleza y su contexto. Vivimos un deficit de naturaleza.
El individuo va despreocupándose de lo que sucede a su alrededor, tan sólo puede confiar en sí mismo, ya no en los demás, ya que su seguridad está muy por encima de intereses colectivos, o mejor dicho comunitarios.
Una de las consecuencias de la industrialización y la urbanización es que, por lo general, pasamos cada vez más tiempo en el interior, tanto en nuestra vida de ocio, como en la vida laboral. Se estima que para quienes vivimos en grandes ciudades pasamos el 90% de nuestras vidas dentro de edificios.
La hiperconectividad, las redes sociales, los juegos online y el creciente trabajo home office, establecen un tipo de vida multipantalla que nos aleja cada vez más de la vida al aire libre, una forma de vida que también ha causado un daño profundo en la naturaleza y por consiguiente, en nuestra salud mental y relacional.
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