La mejor forma de predecir el futuro es inventarlo
Jorge Forbes
Y finalmente se terminaron las olimpiadas. Los atletas, cargados de experiencias, logros y fracasos, a la espera de ser transformados en impulso para las siguientes competencias, retornan a sus países, mientras el mundo continúa siendo sacudido por enfrentamientos, guerras y disputas. Siempre ha sido así y, seguramente, siempre lo será. Ya que la diferencia mueve el mundo.
Rusia, uno de los grandes del deporte, injustamente ausente, mientras Israel y sus aliados gozaron de inmunidad deportiva, esto para nada refleja el espíritu deportivo ni los principios del derecho internacional.
Los malos planteados son siempre los mismos ¿China, Rusia, Cuba y Venezuela? ¡Claro! la historia prefabricada contada con tanta facilidad una y otra vez. El conflicto, como los intentos de crear un marco diplomático de paz, mueven al planeta. La historia se continúa escribiendo y quienes pagan las consecuencias siempre son los ciudadanos, no necesariamente quienes toman las decisiones.
Como cuando el expresidente mexicano Felipe Calderón declaró la guerra al narcotráfico forrado de guaruras y militares, y la gente le reclamaba que eran ellos, los ciudadanos quienes pagaban los efectos de sus malas decisiones.
Por otro lado, desde hace décadas, se viene produciendo un cambio demográfico en el mundo que es importante no pasar por alto: el envejecimiento de Norteamérica (Canadá y EUA) y Europa, algo que fue posible percibir indirectamente durante la contienda olímpica.
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Dicho cambio plantea retos importantes a todos los niveles y contextos, por lo que es necesario que dichos países volteen a ver a Centro, Sudamérica y a África, buscando integrar y asimilar la diferencia que dichos países les representan y que, por muchos años, han rechazado o, al menos, integrado sólo parcialmente.
Esto puede motivar la creación de políticas públicas en diversos flancos, facilitando la migración comercial, educativa y laboral, haciendo más eficientes los procesos necesarios para poder estudiar y trabajar en aquellos países.
Llegar un día en el que una persona pueda inscribirse en una base de datos global para poder decidir en dónde vivir y trabajar, estableciéndose un intercambio de talento, de bienes y servicios. Ese sí sería un futuro inclusivo.
Centro y Sudamérica, así como los países del continente africano poseen la capacidad para generar esa profunda transformación global que el mundo necesita. Para que esto se produzca EUA y la Unión Europea deben modificar sus posturas de dominio y exclusividad, reconociendo su propio deterioro (de ideas, población, recursos, bienes y servicios) abriéndose a la integración de lo diferente, no tanto por un interés de conquista, explotación y lucro, como ha sido siempre, sino de un deseo de articular las diferencias, salvarse a sí mismos, a sus adultos. ¿O acaso creemos que la elección de EUA entre presidenciales que están en la última etapa de su vida es una mera casualidad? Es una metáfora de lo que será el futro inmediato.
*El autor es psicoanalista, traductor y profesor universitario. Instagram: @camilo_e_ramirez