Extender la mano

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Foto: (Dreamstime)

La cordialidad, en ocasiones, puede esconder la verdadera intención de las personas. Sin embargo, congeniar con otros seres humanos es parte de nuestra naturaleza, igual que organizarnos en comunidades y formar grupos cercanos, ya sea por vínculos emocionales, aficiones o coincidencias en los puntos de vista que comunicamos.

A diferencia de otras especies, nosotros siempre estamos buscando ampliar nuestro círculo de congéneres. Mientras ciertos mamíferos se reúnen en comunidades compactas, los seres humanos tendemos a soñar con la aceptación de millones de nuestros pares. La fama y la popularidad son características de la personalidad que se han amplificado a lo largo de los siglos.

Perseguir el reconocimiento es un rasgo normal y un motivo para esforzarnos. Al final, nuestra breve existencia nos condiciona a intentar dejar un legado que pueda recordarse con cariño y admiración. Muchas personas han logrado hacerlo al nivel del planeta, otros en el ámbito de sus vecindarios o de las disciplinas en las que destacaron por su habilidad y sabiduría.

Muchas herramientas de la educación en casa sirven para relacionarnos fuera de ella y crecer esa influencia positiva en los demás. Cuando tratamos de disfrazarlas para caer bien, tarde o temprano somos descubiertos porque la sinceridad es muy difícil de reproducir si no estamos convencidos de quiénes somos y cuáles son nuestros objetivos. El bien común podría ser un estado general en el que los demás actúan con apertura hacia un individuo y éste retribuye, como decimos, de corazón a esa comunidad que abre sus brazos para aceptarlas o aceptarlo.

Es fácil identificar comunidades abiertas a la incorporación de nuevos integrantes y aquellas que mantienen la reserva del derecho de admisión. A pesar de que también sentimos una enorme atracción hacia la exclusividad, lo grupos sociales cerrados terminan por aislarse y, en algunos momentos, a disolverse.

Un ejercicio ciudadano oportuno en estos momentos es buscar construir comunidades lo más amplias y abiertas posibles. Habrá quien sostiene que estamos divididos a un grado que eso ya no es posible, pero se equivocan. No hay diferencias suficientes para que tomemos la decisión de alejarnos de los demás.

Todo radica en la comunicación y en el diálogo que estemos dispuestos a entablar con quienes no coinciden con nosotros. He defendido siempre que nunca ha sido necesario estar de acuerdo en todo, eso sería muy aburrido, sino enriquecernos de las distintas maneras en que podemos ver la vida y el mundo.

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Tampoco he creído en la idea de que es más sencillo expresar nuestras diferencias. A lo largo de los años he aprendido que uno de los propósitos de la vida es establecer lazos con todas las personas que se cruzan en nuestro camino y que aportan, incluso cuando se trata de algo no tan positivo. Pelearse es una batalla perdida de inicio, porque en un conflicto, personal o comunitario, nadie gana y, eventualmente, todos nos vemos afectados.

Así que extender la mano sería un acto que supera la buena educación y las reglas de etiqueta. Hecho con apertura y sinceridad, es el comienzo del entendimiento entre personas que podrían mirar desde un ángulo diferente lo que está ocurriendo en estos momentos, y aunque no por ello estuvieran equivocados, sí piensan que han perdido o ganado en este cambio de época que estamos experimentando.

La sociedad mexicana es una, con sus complejidades y distintos enfoques, pero su riqueza está en los valores y principios que le son comunes. En ellos debemos enfocarnos. Aquí no hay vencedores, ni vencidos, solo una sociedad que observa cambios que son necesarios en una parte y en otra defiende que no sean tan abruptos; pero de fondo, estamos de acuerdo y conscientes de que este es el momento de modificar muchos paradigmas y de participar de otra forma en las decisiones públicas que influyen en nuestras vidas. Y si me equivoco en esta apreciación, comencemos a dialogar.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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