Con Andrés Manuel López Obrador a unos días del final de su sexenio y su mudanza a Palenque, surge una pregunta inevitable: ¿hacia dónde se dirigió México tras estos seis años? Desde su llegada al poder en diciembre de 2018, AMLO prometió llevar al país por un camino de bienestar, aspirando a crear una “Dinamarca latinoamericana”. Sin embargo, según sus críticos —algunos de los cuales han emigrado—, México está más cerca de una crisis al estilo venezolano. Entonces, ¿cuál es la realidad?¿Somos más Venezuela o más Escandinavia?
Dinamarca es un referente no solo en Europa sino mundial en cuanto a estado de bienestar, con una economía sólida y una alta calidad de vida. Por otro lado, Venezuela, tras años de mala gestión, autoritarismo y corrupción, primero de Hugo Chávez y ahora de Nicolás Maduro, ha caído en una espiral de crisis económica aparentemente interminable.
Bajo el mandato de López Obrador, la economía mexicana ha experimentado altibajos. La pandemia no fue de ayuda, pero incluso antes de la llegada del COVID-19 ya se percibía una desaceleración. AMLO apostó por revitalizar empresas estatales como Pemex y la CFE, pero estas no han generado el crecimiento esperado al estancarse, en promedio, este Sexenio en el 1.1%, a pesar de que en 2023 había marcado 3.2%. De hecho, la inversión privada inicialmente se redujo, para luego repuntar con fuerza gracias al capital extranjero y a la confianza renovada de los empresarios preparándose para el nearshoring, marcando un crecimiento del 20%. Así, la narrativa de un colapso al estilo venezolano parece más bien una exageración de la oposición.
Aunque el peso mexicano no se ha desplomado ni el país ha caído en hiperinflación, tampoco está viviendo un auge económico comparable al de Dinamarca. México camina por una delgada línea, y algunos temen que, si no se gestiona adecuadamente, podría enfrentar una crisis más grave, especialmente debido a la incertidumbre que rodea las elecciones de noviembre en Estados Unidos.
En cuanto a política social, AMLO ha puesto un gran énfasis en sus programas, los cuales son el pilar de su “transformación”. Jóvenes, adultos mayores y mujeres reciben apoyos que, en teoría, suenan positivos. Esto recuerda a Dinamarca, donde los servicios sociales financiados por impuestos garantizan una alta calidad de vida. Sin embargo, en México, algunos críticos ven estos programas como herramientas políticas más que como un cambio estructural. La eliminación del Seguro Popular y su sustitución por el INSABI —después el IMSS Bienestar— no ha mejorado el acceso a la salud como se esperaba, y muchos mexicanos continúan enfrentando dificultades en este sector.
En Dinamarca, las políticas sociales son sostenibles gracias a una economía sólida. En México, persisten dudas sobre la viabilidad de mantener este gasto sin AMLO al frente. Por ello, será la próxima presidenta quien enfrentará un reto considerable para sostenerlo.
López Obrador también llegó al poder con la promesa de erradicar la corrupción. “No más políticos robándose el dinero del pueblo”, fue uno de sus lemas. Aunque ha habido algunos avances, la corrupción no ha desaparecido por completo. Persisten casos de funcionarios involucrados en irregularidades, y desde ciertos círculos políticos y periodísticos acusan al gobierno de utilizar la lucha anticorrupción como una herramienta para castigar a opositores, mientras algunos aliados permanecen impunes.
Comparado con Venezuela, México no vive una corrupción desbordada, pero tampoco ha alcanzado los niveles de transparencia y rendición de cuentas que se observan en Dinamarca. Se encuentra en un terreno ambiguo, donde los discursos son ambiciosos, pero la realidad no siempre los respalda.
El 30 de septiembre de 2024, AMLO dejará la Presidencia de la República y con su salida, México entra en el Segundo Piso de la Cuarta Transformación. Después de seis años de obradorismo, el país no está al borde del colapso como Venezuela, pero tampoco ha alcanzado la Dinamarca prometida ni en salud ni en otros indicadores, ni siquiera en el de la felicidad. México se encuentra en un punto intermedio, con grandes desafíos por delante que el próximo gobierno de Claudia Sheinbaum deberá enfrentar.
El futuro de México dependerá en gran medida de las decisiones que se tomen en los próximos años. Si no se ajustan las políticas sociales y económicas, y si no se retoma el crecimiento económico, el país podría enfrentar serias dificultades. Sin embargo, si el siguiente gobierno logra mantener los aspectos positivos y corregir los negativos, México aún tiene la oportunidad de avanzar hacia ese ideal nórdico mencionado al inicio del sexenio.
Aunque, tal vez, sea mejor dejar de comparar tanto y reconocer que México tiene su propio camino que trazar.