Opinión

Caer en las redes

Las redes sociales tienen varios problemas, pero los más graves no son los que pensamos

Las redes sociales tienen varios problemas, pero los más graves no son los que pensamos. Además de las posturas agresivas (muchas anónimas) sobre hechos públicos, que se profundizan por las noticias falsas y una ola de desinformación sin precedente, están aquellos delitos reales que se esconden en los millones de interacciones que suceden diariamente en las plataformas digitales.

Esta semana, uno de los ciberespacios más populares para los jóvenes, ese en el que podemos subir fotografías y videos “alegres”, de momentos “destacados” para compartir con otros, anunció cambios drásticos en sus códigos de programación y en las medidas de seguridad, para atender los crecientes reclamos de potenciales delitos en contra de niñas y niños, limitar el contacto con adultos que buscan engañarlos y, en general, el traslado de redes de trata de personas, entre otros grupos criminales, a esas redes digitales.

Quiero aclarar que esto no es nuevo, todas las redes sociales pueden tener presencia criminal porque, como en las calles, ahí es donde nos encontramos millones de nosotros. Cuando tuve oportunidad de encabezar una eficiente organización ciudadana dedicada a la prevención del delito y a la atención a víctimas, evitamos muchos cibercrímenes a partir de identificar “modus operandi” de delincuentes en internet, de denunciarlos ante las autoridades de ese entonces y de informar oportunamente a la población para que estuviera alerta.

Publicidad

En un caso similar, hace semanas, el fundador de una aplicación de mensajería instantánea, comercializada como “segura” en su intercambio de datos, fue acusado de los mismos delitos, en particular aquellos dirigidos a menores de edad. Otra plataforma muy popular, ha sido sujeta a varias investigaciones legislativas y judiciales en los Estados Unidos por su permisividad a varios presuntos delitos relacionados con la pornografía y los fraudes en línea (esa compañía es propietaria de esta y de la red que mencionaba al inicio).

De fondo, el espacio en el que pueden cometerse estos delitos no es tan relevante como lo es qué nos corresponde hacer como sociedad para cerrarle cualquier oportunidad a un criminal que pretende acercarse a un menor o a un adolescente, ya sea en salas de videojuegos, sitios de entretenimiento e incluso en páginas que pudieran parecer inofensivas.

Las y los responsables de crianza estamos obligados a emplear todas las medidas de seguridad que estas plataformas ofrecen y de exigirles más si fuera el caso. Como empresas digitales tienen responsabilidades sobre su operación, pero también acerca de las políticas que establecen en el uso de sus espacios. Aunque el debate es más amplio, vale la pena que nos concentremos en lo que nos toca a los ciudadanos para disminuir los riesgos, que es la exposición de los menores a nuestro cargo a las redes sociales y al internet en general.

Para ello, primero, debemos estar en comunicación permanente con niñas, niños y adolescentes. Ninguna conversación con ellos es inútil y estar al pendiente es un requisito para formar adultos sanos mental y físicamente. Hablar nos permite llegar a acuerdos y los que hacemos con los más jóvenes podrían ser los de mayor importancia social en estos momentos (y antes también).


Segundo, supervisar contenidos, horarios y tiempo de navegación en las redes sociales, aún en las que se perciben más cordiales. La ciencia ha confirmado los daños que provoca en la autoestima de miles de jóvenes el posteo de imágenes alejadas de la vida real que solo buscan comercializar estilos idílicos de existencia, tanto en lo personal, como en lo social. De las referencias al lujo instantáneo, de la banalidad o de los estigmas, creo que hay evidencia suficiente acerca de sus perjuicios a las y los jóvenes.

Tercero, poner límites a la atención que le brindamos a una pantalla. No se trata de prohibir, sino de moderar. Un detalle relevante del anuncio de modificaciones de esta red social fue que pondrá funcionalidades para promover el sueño entre menores de 18 años. El insomnio es, entre otros males modernos, una enfermedad que está afectando mucho a los más jóvenes, con efectos que todavía no alcanzamos a medir, porque sus consecuencias surgirán en el futuro. No dormir bien es la causa de muchas enfermedades graves.

Muchas veces los adultos nos podemos sentir fuera de lugar o alejados de la tecnología y, por lo tanto, desconectados de niñas, niños y jóvenes. Unas de las acciones que no ayudó mucho a prevenir ciberdelitos cuando estaba en esa organización civil, fue enseñar a los responsables de crianza a navegar por internet y a usar las redes sociales. Es una habilidad que se aprende y no tiene edad. Eso los acercó a sus hijos y nietos, quienes pudieron comprobar que sus padres y sus abuelos están dispuestos a protegerlos en cualquier lugar, así sea en un mundo digital.

Síguenos en Google News:Google News

Contenido Patrocinado

Lo Último