Isabela llegó a México con la esperanza de construir una vida diferente a la prevista en su natal Venezuela. Una amiga le describió las “maravillosas” oportunidades laborales en el modelaje.
Nada fue lo esperado. En cuanto llegó, sus “jefes” le confiscaron el pasaporte y la encerraron en un departamento. Solo salía para visitar clientes. Del dinero pagado por sus servicios sexuales nunca vio un peso.
La joven, de apenas 19 años, logró escapar de la explotación de la cual era víctima, y volver a su país. No quiso denunciar, solo deseaba dejar atrás los días de violencia y terror.
La explotación sexual es una de las formas más devastadoras de violencia, una profunda violación de la integridad física, emocional y psicológica, que lleva a las víctimas a trastornos de estrés postraumático manifestados en pesadillas, recuerdos intrusivos o flashbacks.
Incertidumbre y desesperanza son sentimientos frecuentes, detonantes de ansiedad o depresión, con riesgo, incluso, de provocar tendencias suicidas.
Este mes, la plataforma de streaming Netflix estrenó la miniserie “El Portal: La historia oculta de Zona Divas”, donde se relata la explotación padecida por decenas de mujeres.
El caso es un recordatorio de la importancia de contribuir desde la ciudadanía, con la denuncia, a enfrentar una de las formas más atroces de la llamada esclavitud moderna. Con ese objetivo, en 1999 la Conferencia Mundial de la Coalición Contra el Tráfico de Personas promulgó el 23 de septiembre como el Día Internacional contra la Explotación Sexual.
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Más de la mitad de los reportes atendidos desde la Línea y Chat Nacional contra la Trata de Personas, 800 5533 000 –con servicio 24/7, gratuito, confidencial, a cualquier parte del país y del extranjero– del Consejo Ciudadano de la CDMX son por prostitución ajena y otras formas de explotación sexual. Mujeres y menores de edad son las personas más afectadas.
En la denuncia y atención psicológica hay oportunidad para crear un portal hacia el bienestar emocional.