Perseguir lectores

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Foto: (Dreamstime)

La tan anunciada extinción de los libros en papel ha tardado más de lo que los peores pronósticos anunciaban. Ni siquiera la aparición de los libros electrónicos terminaron con la afición de pasar, una a una, las páginas físicas, con esa anticipación única que provoca tener un ejemplar en las manos.

En una de las vueltas de tuerca más positivas de nuestra historia reciente, el mercado editorial ha estado recuperando lectores jóvenes y manteniendo su base anual de mexicanos que leen. Claro que podríamos aumentar el consumo de libros y, en ese sentido, editoriales e instituciones de gobierno están en búsqueda de cualquier estrategia que funcione para atraer gente nueva que adopte este hábito. Una que llamó mi atención durante esta semana es la que involucra a las aplicaciones de mensajería instantánea para compartir novedades, algunas tramas y adelantos de autores populares y consolidados. Pero no es la única.

Aunque pareciera que solo es un espacio para enojarnos y criticar, algunas redes sociales se han vuelto un espacio de letras. En el mensaje estándar de 140 caracteres o en versiones más amplias, ciertas redes han sido particularmente populares para escribir “hilos” que captan la atención de miles de usuarios en cuestión de horas, lo que confirma que el interés por una buena historia está en todos nosotros.

Recordemos que una de las características que tenemos como especie es la habilidad de narrar y gracias a ella hemos llegado hasta este momento. Sin la comunicación oral y escrita es probable que nos hubiéramos tardado en salir de las primeras cuevas y, aún ahí, nuestro impulso por dejar constancia del presente nos sigue asombrado con pinturas y símbolos rupestres. No por nada, una de las grandes revoluciones del conocimiento fue la invención de la imprenta, aunque las bibliotecas ya eran una realidad y su importancia no se discutía en el mundo antiguo.

Fue Johannes Gutenberg quien, gracias a su invención para hacer copias simultáneas de textos por medio de tipos móviles de plomo, abrió paso a la revolución francesa a partir de la comunicación de las ideas de la ilustración y así lo reconocieron los líderes de la época que incluso quisieron trasladar sus restos a París como homenaje. A final de cuentas, los libros son una muestra del poder de las palabras.

Y ese poder sigue vigente. Cuando leemos no solo viajamos por la trama del libro, sino que formamos uno nuevo en nosotros mismos con las ideas, los conceptos, las situaciones y los personajes que ya teníamos antes, más lo que se incorporan a nuestra vida. Muchos de los grandes escritores de la historia publicaron sus obras en capítulos para crear una expectativa que se transforma en afición y luego de fidelidad para seguir sumando historias a nuestra cabeza.

Leer podría ser también un acto revolucionario como pensaban los insurgentes franceses, porque es la mejor manera de eliminar la ignorancia. Una sociedad bien informada e instruida es difícil de manipular y nada forja esas cualidades mejor que la lectura.

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Además, es uno de los placeres de la existencia. Un buen libro es compañero, consejero, mentor y amigo. Entre más leemos, mejor escribimos, y pensamos con mayor claridad. Nuestra inteligencia, es importante no olvidarlo, está relacionada directamente con la amplitud de nuestro vocabulario y éste con la actividad neuronal del cerebro.

A mí, en lo personal, me gusta mucho leer. Pero comprendo el enorme esfuerzo -en el que destacan las acciones del Fondo de Cultura Económica (FCE), al que recomiendo acudir, así como a las librerías pequeñas, medianas y de cadena- que representa perseguir nuevos lectores. Cada uno de nosotros puede ayudar bastante, fomentando este gran hábito entre la familia. No hay nada mejor, en mi experiencia, que predicar con el ejemplo y pasearse todos los días con uno en la mano. O dejar que nos sorprendan leyendo en un sitio cómodo del hogar.

Nadie es el mismo después de leer un libro. Y, como sucede con el ejercicio físico, después de convertirlo en un hábito, nuestra vida es más saludable. Siempre podemos comenzar a leer; basta con elegir un clásico, un éxito de la “crítica” o hasta uno destacado en ventas. Tal vez, uno para jóvenes o uno apreciado por los niños. Lo importante, porque nos transforma, es lanzarnos al interior de un libro y navegar por sus palabras, mientras los editores y las editoriales siguen haciendo lo suyo para perseguirnos.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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