Información y verdad

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Foto: (Especial)

En “Nexus”, su último libro, Yuval Noah Harari hace un análisis de las redes de información que hemos construido a lo largo de la historia de la humanidad. Desde la edad de las cavernas, hasta la llamada Inteligencia Artificial. Una de sus tesis más interesantes es que la información no es necesariamente la difusión de la verdad y por eso vivimos en una época en el que tenemos, posiblemente, el mayor acceso a datos desde que estamos en el planeta, pero no por eso somos personas mejor informadas.

El reto de reducir la desinformación es enorme para los siguientes años. Campañas de mentiras o de medias verdades han existido siempre; no obstante, nunca habíamos tenido las plataformas con el alcance que tenemos hoy para difundir ampliamente noticias falsas o mensajes de odio y división.

Y eso es precisamente lo que analiza Harari. Las mentiras son historias creíbles que pueden llevar una narrativa que emocione, atemorice o ilusione, pero eso no es decir la verdad. La realidad siempre será más compleja y tendrá muchos matices que no son fáciles de explicar en unas cuantas frases. Esa capacidad de síntesis, de metáfora y de analogía es la que nos permitió construir civilizaciones, pero también la que nos ha hecho cometer los grandes errores de la historia.

Por eso los ciudadanos tenemos mucho por aportar en eliminar la desinformación imperante. Nosotros somos los primeros que debemos demandar la verdad por dolorosa que sea o contraria que resulte a nuestras ideas. Si queremos superar esta fase de supuesta polarización (que es otra mentira) nuestra obligación civil es la búsqueda de la verdad, no solo de información. Y, para aclarar, no hay nada como la verdad personal.

En conjunto, es importante reconocer los avances, al mismo tiempo que las insuficiencias. Ninguna institución pública o privada es perfecta, igual que las personas, pero es nuestra capacidad de mejorar y de aspirar a un estado de vida superior el que nos impulsa a conducirnos de manera correcta.

Cada etapa de la historia es un capítulo sobre los aciertos y los errores que cometemos. Y es un recordatorio de lo que pudo suceder si hubiéramos actuado de una manera distinta frente a los problemas. La moraleja de esos hechos es que podemos evitar que se repitan si los tenemos en cuenta.

Eso solo puede ocurrir si dejamos a un lado prejuicios y estigmas que no ayudan y sí perjudican la convivencia social armónica que a todos nos hace falta. Una de las causas de la violencia entre ciudadanos es la cantidad de percepciones erróneas que tenemos hacia los demás por criterios absurdos como la vestimenta, el color de la piel, el tinte del cabello o los tatuajes.

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El racismo (y para igual efecto el clasismo) se nutre de mala información y logra colocar una barrera entre una persona y otra sin que crucen una sola palabra. En otro interesante libro, “Hablar con extraños”, Malcolm Gladwell, estudia la importancia de darnos la oportunidad de entender a los demás para prevenir tragedias. Dicen que un malentendido en los juegos infantiles de un parque se soluciona con la intervención de adultos responsables; pero uno entre adultos que no lo son, por lo general, termina en violencia.

Y esa agresión cotidiana puede volverse normal a los ojos de una sociedad, cuando jamás lo es. Nadie tiene por qué acostumbrarse a un entorno violento. Uno de los grandes obstáculos para disminuir las agresiones en contra de mujeres y niñas es que se percibe como un asunto privado y no es así.

El mundo vive varios conflictos armados que pueden escalar en cualquier momento. No es la primera vez. La diferencia es el océano de mala información que busca separarnos y dejarnos el mensaje de que cada persona está sola y por eso debe ver primero por sí misma. Eso no es cierto. Estamos conectados y nuestro destino depende, aunque no se quiera ver, de vecinos, colegas, amigos y familiares. El bienestar auténtico es colectivo, no individual.

Tenemos una corresponsabilidad para que en este nuevo comienzo que estamos viviendo, que tendrá una continuidad histórica y ha derribado barreras que parecían imposibles al elegir a la primera Presidenta de la historia de México, los derechos, las libertades y las tareas compartidas como ciudadanos sean la norma; al mismo tiempo de que nos alejamos de la desinformación y nos dedicamos a pedir, buscar y a encontrar la verdad, por encima de cualquier otra narrativa.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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