Opinión

Itinerante: El problema es con el propio espejo

*El autor es psicoanalista, traductor y profesor universitario. Instagram: @camilo_e_ramirez

HAIR POWER
(Anna Bizon)

El odio a las mujeres, que encuentra su expresión extrema en el asesinato, el feminicidio, siempre conlleva una profunda herida narcisista en la identidad y poder que cada hombre violento cree tener. Por lo tanto, esos hombres experimentan de manera amenazante la libertad y decisión de las mujeres y, en un intento por librarse de lo insoportable que sienten, lo precipitan en su pareja, convenciéndose que son ellas y, no ellos mismos, quienes deben desaparecer.

Cuando las relaciones, sobre todo las amorosas, se las concibe en una paralelismo con la lógica de consumo del “úsese y tírese” que estructura y organiza el mercado, las personas se colocan ante su pareja valorando un costo-beneficio (cuerpo, rosto, dinero, compañía…) preguntándose qué tanto me aportas, qué tanto me ofrecerás…donde el otro es algo que se posee, un beneficio, un usufructo del cual alguien se siente la dueña, el dueño. Dicha “posesión” se considera una cosa más que se tiene, un logro, un trofeo, algo que siempre estará mientras no “sale algo mejor”, ya que es la misma lógica del mercado, de los productos en serie que pueden ser sustituidos por una mejor versión, la versión más reciente. Semejante lógica es incompatible con el amor, ya que el amor real requiere necesariamente el respeto a la libertad del otro, para que sea verdadero y valga tiene que ser libre, sin una pretensión de control. En eso consiste el milagro del amor: convierte al otro en alguien único e insustituible, un ser que se ama libre.

En el mundo de las mercancías los objetos no aman ni deciden, se limitan a jugar la danza del intercambio, el desecho y la sustitución. En el amor, por el contrario, el respeto a la libertad del otro es crucial, es una posición ética fundamental: te amo en tu libertad, incluso si tu decisión se apartara de lo que yo mismo deseo para mí, para nosotros. En el amor como mercancía al “perder al otro” se abre una herida, la herida que muestra que el otro no es una posesión y puede decidir algo diferente a lo que la otra persona desea, y que no provoca reivindicaciones violentas del estilo “Si no eres mía/mío, entonces no serás de nadie”, que se encuentran en la base de muchos asesinatos de pareja.

En la violencia de pareja el problema es con el propio espejo, es decir, con aquello insoportable de la vida y el amor, que, al no saber qué hacer con dicha experiencia, se le coloca en la pareja como algo que la identifica y desde ahí se le busca dañar. Siguiendo la secuencia: sensación insoportable en sí mismo, proyección en la pareja, acto violento, golpeando/dañando/matando a eso insoportable propio no reconocido en sí, pero puesto en la pareja. Perpetrándose ese ciclo una y otra vez.

La experiencia psicoanalítica inventada por Sigmund Freud permite que cada persona durante un psicoanálisis se encuentre con esa parte íntima tan extraña de sí misma, “un territorio interior extranjero”, le llamaba Freud, la pueda localizar, nombrar, darle nuevas formas y, así poder lidiar con ella sin transformarla en sufrimiento, tanto para sí como para los otros.

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