La singularidad se ejerce en la diferencia
Jorge Forbes
No existen modelos, ni versiones universales de la felicidad. La felicidad es una conquista singular. Expliquemos.
Si bien la cultura ofrece algunos referentes y organizadores de la existencia humana, estos son, en términos generales, pautas neutras, uniformes, genéricas que se aplican a grupos poblacionales más amplios.
Dichos referentes y organizadores se encuentran diseminados en la familia, la escuela, el trabajo, el hospital, el mercado…en sí, en cada uno de los contextos en el que los seres humanos interactúen, y quien desee elegirlos no tiene que pensar mucho, simple y sencillamente, adaptarse a ellos.
Sin embargo, parten y se dirigen a un cierto perfil del ser humano, es decir, poseen una concepción antropológica y moral de lo que cada persona debería ser, pensar, realizar, y es precisamente por ese aspecto que no pueden incluir la singularidad que cada persona representa.
Esto hace que en lo íntimo y singular algunas personas vayan por la vida siempre sintiéndose ajenas a los grupos humanos con los que interactúan y en los que desean incluirse. De ahí que sea necesario que, a lo que ofrece la cultura, cada persona le añada-incluya su toque singular. Como decía Freud, subjetivar, es decir, hacer propio aquello que se ha heredado.
Y ¿dónde podemos encontrar eso singular que habita en cada uno de nosotros? –se podría estar preguntando usted, quien lee estas líneas. Además de buscar en esa experiencia de extrañeza y desajuste con los patrones y formatos del establishment familiar, educativo, social… la singularidad la podemos encontrar en nuestros deseos más íntimos, más singulares, en nuestras rarezas y talentos que están en la base de la diferencia que cada persona es.
Sólo que en ocasiones es difícil localizarla, ya que nos enseñan a someternos y homologarnos a los discursos genéricos del deber ser, según una concepción prefabricada y gracias a ello la singularidad queda sin realización en la vida.
Por eso una cierta lectura de los problemas humanos, psicológicos y emocionales, pueden interpretarse como efecto directo de vidas desconectadas de la singularidad que les constituye, sometidas al peso de las versiones genéricas de la vida y la felicidad que terminan por afectar y colapsar a las personas, precisamente porque no responden a lo que cada persona busca y desea.
Pero, tarde que temprano, cada persona experimentará en su vida, de alguna manera, el deseo de tener un deseo propio, de hacer una versión singular de sí misma y de la felicidad, y es ahí, justamente, donde el verdadero viaje comienza, donde la vida obtiene una inesperada y sorpresiva oportunidad de reiniciar.