La semana pasada se entrenó una obra que tenía mucha curiosidad por ver: Buenos muchachos, estelarizada por Juan Soler y Héctor Suárez Gomís. Y vaya sorpresa que me llevé. Ya que la dramaturgia es de ellos cuentan que quieren hacer una obra, pero la que quieren ya está en manos de alguien más. Por eso deciden escribirla. Pero en la lluvia de ideas surgen temas tabú o incómodos.
Aquí lo interesante es que en la vida real son dos grandes amigos, y llevan esa complicidad a lo laboral. Me pareció muy interesante que contarán temas muy personales, como el momento en que Suárez Gomís se entera que su padre tiene cáncer. O el proceso de Soler para tomar la decisión de desconectar a su papá. Temas muy fuertes, pero llevados desde el corazón y mostrándose como dos seres humanos contando la historia de su vida. Desnudando al ser humano, mostrando sus debilidades, antes que ser un actor. La multimedia que utilizan es una pantalla que en verdad te saca las lágrimas porque ponen recuerdos muy personales para apoyarlos.
Está redondita, muy bien hecha y lo mejor que están fomentándose su propio trabajo, eso me alegro mucho, que los actores hoy en día tiene que ser autosuficientes. Felicidades a este par porque está llena de nostalgia, amor y mucho esfuerzo. Mi Juan si antes te admiraba, hoy me declaro tu fan número uno. Eres un chingón al igual que Gomís. Mucha mierda.
Les contaré que el otro día me llega un “whats” de mi amiga Cynthia Rivera con el mensaje: “Eres nuestro invitado especial en el concierto de la banda El Recodo”, no saben lo que brinqué y grité de alegría. Ya que nunca había ido a uno en veintitantos años de carrera. Así que llegó el día y casi casi fui abrir las puertas de la Arena Ciudad de México. A que bonito recinto. Aunado a esto, me di cuenta de que la plana mayor de mis compañeros también estaban convocados. Gustavo Adolfo Infante, María Luisa Valdés, Rosario Murrieta, Moisés Castañeda, Karina de Telemundo, Toño Hermida, Gilberto Barrera, sólo por mencionar algunos. El concierto duró dos horas y media, todos esperaban que durará una hora más. Pero yo lo disfruté como loco, canté, bailé, y obvio bebiendo whisky como se debe. La multimedia era impresionante, unas pantallas majestuosas, me sentía como en un concierto de algún artista anglo. No hubo una sola alma que no se parará a bailar y a corear todas las canciones; que por cierto no creía que me supiera la mayoría. Fue una noche muy sublime y con ganas de ir a otro concierto de la madre de todas las bandas: El Recodo.
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