Opinión

Encapsulados pero conectados

Las relaciones se han ido configurando, ya no con base en la idealización-frustración de sí mismo y del otro

“En nuestros tiempos los monólogos articulados toman el lugar de los diálogos comprensibles”.

Jorge Forbes

Hay quienes sostienen que, en nuestros tiempos, las personas están cada vez más aisladas, que es un signo de la degradación de la humanidad. Si, puede ser, con una diferencia no menor: si las personas están más aisladas, sí, puede ser, pero conectadas, entrelazadas, articuladas.

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No es que no lo estuvieran ya, después de todo es parte de la naturaleza humana —la artificialidad en la que se sostiene nuestra vida por el simple hecho de ser seres-hablantes, habitamos permanentemente el malentendido, la distancia radical con la comprensión de sí, de los demás y de la naturaleza —sino que ahora ha quedo expuesto de manera más evidente.

Por otro lado, vivimos una época en la cual se reconoce aún más la singularidad (en los gustos, formas de pensar, de ser, nuevos horizontes políticos y económicos posibles…) mientras los algoritmos hacen que cada uno, en cierta manera, vea sólo lo propio, sus gustos, aquello a lo que le da clic, se tiene la sensación de una cierta desconexión con los demás.

Sin embargo, lo que queda en evidencia es algo fundamental: que entre las personas siempre ha existido un distancia irreductible, lo que el otro piensa y siente no es del todo transparente y esto hace que se intenten llenar esos vacíos tratando de explicar a través de suposiciones, lo que produce una incomprensión y malentendido permanente.

Ante esto las relaciones se han ido configurando, ya no con base en la idealización-frustración de sí mismo y del otro o en la supuesta e inexistente complementariedad, ¡oh el alma gemela! sino en el del reconocimiento y celebración de las diferencias, en su necesaria articulación responsable.


Lo que ahora se advierte de manera más contundente es que el otro es alguien independiente de las interpretaciones que yo puede hacer de su persona, el otro, su vida es por principio una diferencia absoluta, inexplicable, algo que cae fuera de cualquier juicio, parafraseando a Jacques Lacan, somos donde no pensamos y pensamos donde no somos.

Al mantener el juicio suspendido, el vacío de las interpretaciones sobre el otro es que se puede abrir paso al reconocimiento de la singularidad, a su articulación responsable en los diferentes contextos, a convivir con esas diferencias que nos enriquecen.

Esto hace que para muchas personas parezca que estamos más solos y asilados, porque se destaca más la singularidad, es decir algo que señala las diferencias entre las personas que, en el contexto de la normalización de siglos pasados, se tomaba como una desviación de lo estándar.

Pero precisamente ello muestra el predominio de las diferencias entre todos, la inexistente igualdad y uniformidad en el mundo humano. Todo lo contrario, estamos más cercanos a lo verdaderamente humano, en tanto singular, y por eso mismo, más cercanos del otro, que siempre es, por principio, una diferencia que no me refleja, sino que me permite ver eso de mi que no me es tan evidente, un elemento extraño en mi existencia, algo a ser vivido, expresado y, sobre todo, explorado.

*El autor es psicoanalista, traductor y profesor universitario. Instagram: @camilo_e_ramirez

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