“Nos vemos a la salida”. La frase, en un tono de advertencia, revela aquello por ocurrir. Pronto el rumor se corre y al finalizar las clases, efectivamente, un grupo de estudiantes rodean a dos quienes están en conflicto.
Ese es el escenario menos deseable, el cual todas y todos quisiéramos evitar: riñas entre alumnos o alumnas en plena calle, ahora viralizadas a través de redes sociales nutridas por videos captados por otros adolescentes, incluso niños.
Hay preocupación legítima sobre la forma como los menores de edad llegan a resolver conflictos y representan un foco sobre el cual es necesario generar una cultura cívica y de la denuncia.
En las y los testigos hay una gran oportunidad de impedir y erradicar este tipo de conductas. Así como hay capacidad para tomar el celular, videograbar las agresiones —en algunos casos animarlas— y posteriormente subirlas a las redes sociales, hay también la probabilidad de tomar el teléfono y marcar un número de emergencia.
Dos factores de aprendizaje se tornan esenciales frente a estos acontecimientos: 1) la indispensable enseñanza para la resolución de conflictos por vías no violentas, a través del diálogo o del alejamiento de este tipo de situaciones, y 2) la intervención de quienes observan estas peleas.
Antes acostumbraba a decirse: “los mirones son de palo”, una expresión empleada para evitar que otras personas interfirieran en una pelea o discusión.
Sin embargo, en el reporte ciudadano a números de emergencia operados por el Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano (C5), como el 911, los botones de auxilio ubicados en postes del sistema de videovigilancia de la Ciudad de México —089 para denuncia anónima o *765 contra la violencia a mujeres— está la probabilidad de activar un sistema de apoyo para evitar este tipo de riñas.
Los testigos ya no son de palo.