Cualquier meta que nos ponemos en la vida exige tres cosas: disciplina, dedicación y toma de decisiones. Alcanzar lo que nos importa en lo profesional, en lo personal y en lo económico, es una cuestión de invertir tiempo en desarrollar estos tres hábitos.
Necesitamos disciplina para hacer lo que se requiere y cumplir objetivos que nos lleven a lograr el éxito. No es sencillo, porque consiste en repetir lo mismo, todos los días, y esforzarnos para mejorar en cada ocasión. Muhammad Ali, considerado el boxeador más grande de todos los tiempos, odiaba entrenar. No le gustaba saltar la cuerda, despertarse de madrugada a correr era una tortura para él y mantener una dieta balanceada lo ponía de mal humor.
En una ocasión le preguntaron por qué lo hacía entonces; simplemente respondió que era preferible pasar por todo ese esfuerzo para, algún día, disfrutar de la sensación de ser campeón del mundo de peso completo; en ese momento, dijo, cualquier sacrificio quedaría en el olvido. Y así fue.
Gandhi afirmó que la satisfacción de la vida radica en el esfuerzo, no en el objetivo, y que “el esfuerzo total es la victoria total”. A diferencia de la rutina, actuar con disciplina consiste en avanzar un poco en cada oportunidad, por lo que no es un asunto mecánico y sí la expresión de la voluntad y el compromiso para ser mejor en eso que le dedicamos atención. Es un ejercicio y, como tal, a diario debe aumentar el grado de dificultad hasta conseguir esa habilidad que hace que destaquemos.
El segundo elemento para conseguir lo que queremos es la dedicación. Es estar enfocados la mayor parte del tiempo en desarrollar todo ese potencial que nos llevará a la cima. La dedicación no admite distracciones y obliga a elegir entre lo que nos ayuda y lo que nos detiene. Dedicarse a una actividad es darle sentido y dirección a la vida.
El tercero es consecuencia de los dos anteriores y es aprender a decidir. Se dice que la diferencia entre ser niño y adulto es hacernos responsables de las consecuencias de nuestras decisiones y creo que es cierto.
Muchas veces se confunde este proceso con renunciar a otro camino, pero en realidad es ejercer el poder que tenemos de elegir, con los elementos que tenemos a la mano, para cumplir con lo que anhelamos.
No todos tenemos la fortuna de elegir, equivocarnos, y volver a empezar de cero. La mayoría de los seres humanos contamos con elecciones limitadas -de ahí la importancia de tener mentores y consejeros- y por eso es tan crucial escoger correctamente.
George Bernard Shaw fue uno de los grandes escritores del siglo XX y uno de los intelectuales más ingeniosos. En una ocasión escribió que el verdadero triunfador “es aquel que se levanta y busca las circunstancias que desea y, si no las encuentra, las fabrica”.
Tal vez, el secreto se encuentre en fijarnos metas que ayuden a que no solo nuestra vida, sino la de todos alrededor, sean más prósperas y agradables. Me gusta pensar que la brújula que apunta en esa dirección es conducirnos de manera correcta e influir decididamente.
Sin embargo, recordemos que cambios así nunca vienen solos. Todos los que aspiren a ser buenos en algo, también pueden ser buenos como individuos y generar esa transformación teniendo en mente el beneficio común. La disciplina, la dedicación y una buena toma de decisiones han sido herramientas para personas que no necesariamente buscaban una mejor sociedad.
La diferencia es el propósito. Un refrán popular dice que no hay lugar más solitario que el punto más alto de una montaña. La medicina ha podido comprobar que nuestra salud se fortalece cuando compartimos y se afecta cuando decidimos aislarnos de los demás.
El balance entre lo que nos forma para progresar no debe estar separado de lo que nos hace mejores personas en una comunidad. Y una sociedad puede volverse disciplinada, dedicada y experta en decidir adecuadamente; porque los objetivos personales, sobre todo los de bienestar, son parte de nuestra naturaleza y de la inteligencia que hemos podido adquirir a lo largo del tiempo, pero son mayores si son comunes y se convierten en códigos de conducta que podemos ejercer y enseñar por generaciones.