La salud física es un tesoro invaluable que a menudo descuidamos, inmersos en las exigencias y distracciones de la vida. El cuerpo es nuestro único vehículo para experimentar el mundo y, cuando su bienestar se ve comprometido, la pérdida de la salud nos impide disfrutar de cualquier otro aspecto de la existencia.
Aunque el intelecto y la espiritualidad son áreas fundamentales en la vida, el equilibrio con la salud física es esencial. La verdadera realización humana incluye el reconocimiento y la preservación de nuestro único vínculo tangible con la Tierra: el cuerpo.
La importancia de cuidar nuestro cuerpo va más allá de simplemente mantenernos en forma; significa ser conscientes de cómo nuestras decisiones de hábitos con el cuerpo afectan nuestro bienestar. Alimentarnos adecuadamente, ejercitarnos y respetar los límites de nuestro cuerpo son formas de demostrar autoamor.
De hecho, el cuidado que le damos al cuerpo, es un espejo de cómo nos sentimos con nosotros mismos. No se trata de buscar una perfección inalcanzable o de adherirnos a estándares de moda, sino de aceptar y amar nuestro cuerpo tal como es, y de ahí hacerlo radiante de salud y armonía.
En lugar de imponerle exigencias extremas o llevarlo a situaciones negligentes o de riesgo innecesario, podemos practicar un cuidado responsable y consciente que fortalezca nuestro vínculo con nosotros mismos y nuestro amor propio. El equilibrio entre lo físico, lo intelectual y lo espiritual es posible y, no sólo eso, sino indispensable.
Ser una persona intelectualmente activa o espiritualmente conectada no debe estar en oposición al cuidado del cuerpo. ¡Al contrario! El bienestar físico puede potenciar nuestro desarrollo mental y emocional, creando una sinergia en la que todos los aspectos de nuestra vida se nutren mutuamente.
Mantener una buena salud física permite que nuestra mente funcione mejor y que nuestro espíritu se eleve sin las limitaciones que trae el malestar físico.
Por paradójico que suene, el cuerpo es la parte más sublime y elevada de nosotros, porque si el cuerpo no está atendido y muere, ¿cómo vamos a experimentar ser espíritus en un cuerpo y con conciencia? Así, el cuerpo se convierte en un pilar que sostiene y amplifica nuestras aspiraciones y experiencias en todos los planos de la vida.
Darnos un momento para reflexionar sobre nuestro cuerpo y expresar gratitud hacia este, puede ser el primer paso hacia una nueva relación con nosotros mismos. Hacernos la pregunta “¿de qué me siento agradecido con mi cuerpo?” dispara una dosis de aprecio y respeto.
Desde esa gratitud, comenzamos a verlo como nuestro aliado, tal cual como cualquier ser que merece atención, disciplina y amor incondicional. Iniciar una relación de cuidado con nuestro cuerpo implica mimarlo, nutrirlo, ejercitarlo y disciplinarnos en lo que le hace bien, como evitar caer en extremos o en la autoexigencia despiadada.
Con #EfectoPositivo al cuerpo, podemos recrear una alianza amorosa y consciente con nuestro poder personal, al fortalecer y mantener saludable a nuestro único vehículo para la vida en este plano.