Cada año, el cuarto sábado de noviembre, Ucrania conmemora a las víctimas del Holodomor de 1932-1933 y de las hambrunas artificiales masivas de 1921-1923 y 1946-1947.
Este año, el 23 de noviembre, honraremos a las víctimas del genocidio comunista por tercera vez en las condiciones de la guerra genocida a gran escala de Rusia contra Ucrania.
Los trágicos acontecimientos que estamos atravesando lo demuestran: la memoria viva es sumamente importante; aquellos que cometen los crímenes de lesa humanidad deben ser condenados por la comunidad mundial y las víctimas deben ser honradas adecuadamente.
Holodomor de 1932-1933 fue una política de hambruna introducida por el régimen soviético contra el pueblo de Ucrania. El Holodomor cumple con la definición de genocidio según el artículo II de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio.
Después de que Stalin concentrara en sus manos todo el poder de la Unión Soviética a finales de la década de 1920, introdujo políticas totalitarias a las que los ucranianos resistieron masivamente. Como medida de subyugación total, Moscú llevó a cabo un genocidio mediante la confiscación por la fuerza de cereales y otros alimentos de los ucranianos. Para hacer cumplir esta política de hambre, el régimen soviético selló las fronteras y los asentamientos para evitar que los ucranianos escaparan.
El número exacto de víctimas del genocidio del Holodomor es difícil de determinar porque el régimen comunista hizo todo lo posible para ocultar sus crímenes. Sin embargo, según los datos de los científicos, al menos 3,9 millones de personas murieron de hambre en Ucrania en 1932-1933; otros 600 mil fueron víctimas no nacidas. Por tanto, las pérdidas demográficas acumuladas ascienden a al menos 4.5 millones de vidas.
Al igual que durante el Holodomor de 1932-1933, hoy Rusia está repitiendo el genocidio contra el pueblo ucraniano. La “cosecha de dolor” continúa.
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El objetivo de Rusia tanto en esta guerra como durante el Holodomor fue y sigue siendo la eliminación de la identidad ucraniana y de la nación ucraniana como tal. Para lograrlo, Rusia intenta quebrar la voluntad de resistencia de los ucranianos, utilizando una amplia gama de herramientas terroristas destinadas a la destrucción masiva de la población de Ucrania.
Al igual que durante la época soviética, hoy Rusia busca activamente la asimilación y rusificación de los ucranianos en los territorios temporalmente ocupados de Ucrania. Para eliminar la identidad, la cultura y el idioma ucranianos, Rusia mata y deporta a los ucranianos, niega su derecho a la existencia, destruye su herencia espiritual y cultural y quema la literatura ucraniana.
Destrucción deliberada de infraestructura civil; bloqueo de la evacuación de los territorios ocupados; deportación forzosa de niños ucranianos a Rusia para adopción ilegal; bombardero de sitios del patrimonio histórico y cultural y lugares de culto; negación pública de la existencia de Ucrania y de la propia nación ucraniana; fosas comunes descubiertas en las ciudades ucranianas liberadas de Bucha, Borodyanka, Hostomel, Irpin, Izyum y otras, confirman que las acciones bárbaras de Rusia contra Ucrania y los ucranianos constituyen el conjunto de pruebas del genocidio deliberado del pueblo ucraniano.
El régimen de Stalin cometió el Holodomor de 1932-1933, mientras que el régimen de Putin inició los Juegos del Hambre mundiales.
Millones de ucranianos perdieron la vida debido a la hambruna provocada por el hombre, el Holodomor. Hoy en día, como resultado de la actual guerra rusa contra Ucrania, la gente en otras partes del mundo está experimentando escasez de alimentos y aumento de los precios de los alimentos.
El papel de Ucrania como contribuyente crucial a la seguridad alimentaria mundial se ha visto gravemente comprometido por la agresión armada de Rusia. Las consecuencias afectaron a aproximadamente 400 millones de personas en todo el mundo que dependen de las exportaciones de alimentos ucranianos.
La escala de la destrucción es asombrosa:
Las pérdidas totales del sector agrícola de Ucrania ascienden a 80 mil millones de dólares, incluidos 13 mil millones de dólares en pérdidas directas.
El 30% de la capacidad agrícola de Ucrania ha sido destruida.
Casi el 20% de las tierras agrícolas están bajo ocupación temporal.
La producción de cereales se redujo en un 29% en 2022-2023.
La superficie cultivada disminuyó en 2,8 millones de hectáreas.
Cientos de millones de personas en África y Asia sienten las consecuencias de la destrucción de la infraestructura agrícola de Ucrania y el bloqueo de las exportaciones de cereales ucranianos por parte de Rusia. Antes de la invasión de 2022, Ucrania poseía el 47% del girasol, el 17% de la cebada, el 14% del maíz y el 10% del trigo en el mercado mundial. En países como Líbano, India, Irak y China, productos agrícolas específicos de Ucrania representaron más del 50% de sus importaciones.
De manera similar, como lo hizo hace 91 años durante el Holodomor, Rusia vuelve a robar cereales y otros productos de los territorios que ocupa en Ucrania. Rusia vende este grano en el mercado mundial, ganando dinero para financiar aún más su guerra de agresión contra Ucrania.
La comunidad internacional no debería repetir los errores del pasado. El mundo no detuvo el Holodomor hace 91 años, pero puede evitar que Rusia asesine de hambre a la población de las regiones más vulnerables.
Los males impunes y los errores no reconocidos regresan en peor escala. La impunidad engendra impunidad. La Unión Soviética nunca fue castigada por sus crímenes. La crueldad y la barbarie rusas han regresado, desafiando no sólo a la humanidad sino a la existencia misma de la humanidad. Reconocer el Holodomor significa romper este círculo vicioso.
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