Lo que está ocurriendo dentro y fuera de México, acompañado por la desaparición de organismos autónomos, no es un fenómeno aislado. Es un síntoma de una tendencia global: instituciones debilitadas, conflictos de interés, ataques a la prensa y una narrativa que prefiere deslegitimar antes que construir. En este contexto, el INAI no solo enfrenta un golpe que lo deja al borde de la extinción, sino que lo hace en un escenario donde la transparencia parece estar perdiendo relevancia. A esto se suma la constante desacreditación de la prensa, mientras opinólogos proliferan en plataformas digitales y se les equipara con periodistas que investigan y contrastan fuentes. Es importante señalar que, como en cualquier ámbito, en los medios de comunicación “hay de todo, como en botica”.
Este fenómeno no es exclusivo de México. España, por ejemplo, atraviesa una situación similar, con instituciones atrapadas en luchas políticas que erosionan su credibilidad. La democracia, ese modelo que durante décadas fue el referente del desarrollo, parece estar quedando obsoleta. Y con ella, el globalismo que alguna vez prometió unirnos en la búsqueda del bien común. Hoy, lo que domina es el desencanto y la búsqueda de líderes “fuertes”, aunque solo lo sean en el discurso.
Además, el nacionalismo, esa mezcla explosiva de tribalismo y discursos excluyentes, está ganando terreno. Sin embargo, en muchos casos no se trata de un nacionalismo con visión o propósito a largo plazo, sino de un nacionalismo mediocre que busca consolidar el poder inmediato, sin construir nada duradero. México no es la excepción; basta con observar a nuestro vecino del norte o a China, que priorizan alianzas puramente económicas. Incluso la Unión Europea muestra señales de esta tendencia: la reciente postura de Ursula von der Leyen hacia Mercosur ha desatado tensiones, con Francia y los agricultores españoles ya en pie de guerra.
El escenario internacional también aporta complejidades. Las narrativas mediáticas a menudo oscilan entre favorecer o atacar, dependiendo de intereses particulares. En Estados Unidos, las campañas contra Trump contrastaron con el respaldo popular que obtuvo el magnate. En Ucrania, el apoyo internacional se mantiene mientras la región parece ser una pieza de negociación geopolítica donde actores como Siria, Rusia e Israel también entran en juego. La reciente caída del régimen de Bashar al-Ásad a manos de insurgentes islamistas —calificada por algunos como una maniobra impulsada por el “efecto Trump”— podría beneficiar tanto a Rusia como a Israel, mostrando cómo las dinámicas globales terminan alineándose con intereses específicos.
Volviendo a México, la pregunta clave es: ¿qué papel deben jugar las instituciones en este panorama? ¿Qué futuro les espera a organismos como el INAI, cuya misión es garantizar derechos fundamentales como la transparencia y el acceso a la información, en un contexto donde la desinformación y las “fake news” son herramientas recurrentes para desacreditarlas?
El panorama es preocupante. Si no revalorizamos la importancia de las instituciones y su rol en una sociedad democrática, el riesgo no será solo un “cóctel tóxico”, como algunos lo han llamado, sino una fractura total del modelo de gobernanza que conocemos.
El reto está en no ceder ante discursos simplistas y encontrar un equilibrio entre la fortaleza del liderazgo y el respeto a las instituciones. De lo contrario, el desmantelamiento del INAI podría ser solo el inicio de una larga lista de instituciones perdidas.